María Martínez
Leioa, 8 de febrero de 2020
Me cuenta Gatti que le ha llegado una información de un proyecto de ACNUR llamado Aulas Refugio. Pensamos hacerles una entrevista, pero la coordinadora del proyecto insiste en que vayamos a la formación que van a impartir en las próximas semanas, veremos luego que no han conseguido atraer a gente y la buscan con desesperación. Yo voy a la primera sesión de cuatro en la que presentan el programa y hay una intervención de Ongi Etorri Errefuxiatuak.
Poco saco de la jornada, con una participación ínfima: yo y dos profesores más de la UPV, uno de ellos se marcha tras el descanso. La tía de ACNUR es una concentración de tópicos de la experta, trabaja en el mundo humanitario, pero podría trabajar de relaciones públicas. Se ha aprendido todas las palabras clave: transformación social, sensibilidad, refugio, integración, educación en derechos, ciudadanía responsable, acción colectiva, Agenda 2030… Los repite, a veces de manera intercambiable, sin ninguna problematización. Lo mismo sucede con categorías del derecho tan precisas como refugio o asilo que ella usa como sinónimos; tampoco hay precisión conceptual o de enfoque entre refugiados y migrantes, aunque a veces insistirá que es diferente. Hablará incluso de “refugio forzado”, ante lo le pregunto si no es una redundancia pues ¿puede existir el refugio no forzado? En mi cabeza es posible, no en la normativa internacional que es por la que debería regirse esta persona por su desempeño en ACNUR.
Me resonaba eso de aulas refugio por su paralelismo con las universidades santuario en USA. Nada que ver. Esto es un programa de ACNUR para sensibilizar a la población; en concreto se ha desarrollado un material para trabajar en las aulas de primaria y secundaria. Ya está. Durante dos horas nos explica el material, pone algún vídeo y se congratula de lo visual que es “incluso en los vídeos se separa por colores a migrantes (de verde, por ejemplo), refugiados (de amarillo), y apátridas (de gris)”; la precisión de categorías que ella rompe. Y es que una de las primeras secciones del material es que las palabras importan; ella necesita revisarse entonces el material. Entre tópico y tópico —dirá que “los refugiados son personas con los mismos sueños, mismas expectativas” o que “la gente joven está abierta a acoger, a ayudar”—, apunta una definición de refugio: un lugar donde cobijarte, donde salvaguardar tu dignidad. Ya está, es universal.
En la segunda parte han invitado a una mujer, jubilada, que participa en Ongi Etorri Errefuxiatuak, concretamente en la comisión de cine. Su tarea difundir cine y recopilar un catálogo de películas sobre refugiados y todo lo que se pueda asemejar (migrantes, derechos, trata…); de nuevo, la precisión terminológica no es muy pulcra, pero no hay por qué reclamársela a ella. Menciona algunos documentales interesantes, el catálogo es público (https://ongietorrierrefuxiatuak.info/es/cine/catalogo/), podría servirnos para la representación del refugio en la producción audiovisual contemporánea.