Home » Dando cuenta » Black Summer

Black Summer

Gabriel Gatti

Copyright

Black summer es una serie de televisión de 2019, con dos temporadas. A priori dibuja como muchas otras un universo devastado donde los que quedan después de una catástrofe que no se explica y que tiene como consecuencia que los muertos reviven y atacan a los vivos para convertirlos en muertos que atacan a los vivos para convertirlos en muertos que atacan a los vivos (y así), un universo devastado, decía, donde los que quedan intentan sobrevivir. El verbo es lo que destaca, por varias cosas:


1) que no se explica lo que pasó, que no se preocupa por calmarnos ofreciendo líneas de causalidad. Empieza dando el desastre por hecho y mostrando una situación que ya es irreversible.


2) que el mundo que dibuja ha llegado a un estadio de colapso y deterioro y devastación máximo. No hay una decadencia gradual ni una depravación progresiva. No hay vuelta atrás tampoco. Los capítulos no van avanzando en una escala de degradación moral. De entrada las cosas se nos muestran como están: el mundo está hecho una verdadera mierda, la guerra es de todos contra todos, no hay realmente supervivencia posible, y de lo único de lo que se trata es de sobrevivir. Todos se matan, los grupos se enfrentan unos con otros, los individuos se agrupan de manera azarosa, nada es previsible. Degradación integral.


3) en este contexto la apuesta narrativa de la serie es lo que me interesa, no tanto por cómo muestra que es (im)posible sobrevivir en un mundo donde lo que hay va incluso más allá de lo que llamamos desaparición social sino por cómo lo cuenta. Porque es cierto que hay pequeños espacios de alivio, refugios, pequeñas congregaciones, que dejan pensar en cómo pensar la desaparición social. Pero son alianzas tan breves, tan sacudidas por la inmediata puesta en marcha del mecanismo de la guerra de todos contra todos y de la supervivencia como único mandato, que incluso el más mínimo de los alivios es corto en el tiempo. Ni siquiera los refugios más bellos y nutridos de comida y de recursos permiten pensar a los supervivientes en ir algo más allá de una mínima recuperación biológica de sus agotados cuerpos; al día siguiente se van y siguen matando. Nada les alivia y por supuesto nada les lleva a pensar ni por un momento en algo que se parezca a la reconstitución de los viejos lazos de la vieja sociedad de la vieja comunidad o de la vieja lo que sea. Todo está roto.


4) La apuesta decía, cómo lo cuentan. Lo cuentan a través de una estructura espasmódica, hecha de episodios de tamaños muy distintos, algunos que duran menos de un minuto, otros que ocupan casi un capítulo, la mayoría de 10 o 15 minutos. Algunos se llaman como los personajes que centran esa breve historia, otros llevan nombres un poco más conceptuales o de lugares. Pero lo que hacen es a través de sus fragmentos describir situaciones en las que bien individuos solitarios provisionalmente agrupados (individuos que se agrupan en colaboraciones parciales y puntuales con otros individuos que aparecerán en algún capítulo posterior agrupados con otros sujetos en colaboraciones improbables) o bien individuos solos o bien individuos matando o bien individuos muriendo hacen algo para sobrevivir. Es una historia de fragmentos, de agrupaciones improbables, de colaboraciones parciales y de supervivencias. Cuenta lo que hay, que es solo eso: trozos.


Estaría bien trabajar dos conceptos: la guerra de todos contra todos y la incomunicación, pues el único personaje que parece sobrevivir después de dos  temporadas es una muchacha coreana que entiende inglés y a la que nadie entiende. ¿Su radical incomunicación le permite sobrevivir? ¿por qué nos la presentan la última escena de la serie hablando al fin con alguien en coreano y dirigiéndose a un lugar ignoto donde cabe la esperanza?