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Buscar (comunidad), hacer (vínculos)

Magdalena Caccia y María Martínez

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Make kin, not babies (hacer parentesco, no bebés) es el título de un capítulo del libro de Donna Haraway, Staying with the trouble. La frase es una propuesta política frente a la sobrepoblación de un planeta ya saturado. Centramos nuestra atención en el verbo sobre el que se articula —hacer— pues sería la forma propia de buscar vínculo en las desapariciones con las que trabaja el proyecto.

Buscar no es un verbo ajeno a la desaparición. No lo es, al menos, a las formas de desaparición (forzada) más contemporáneas. En México, dicen algunos, las desapariciones se conjugan con el verbo buscar. Allí, familiares de víctimas de desapariciones forzadas e involuntarias comenzaron hace tiempo a buscar. Buscan por diferentes medios —con sus propias manos, con sus propias pericias indiciarias, con sus propios mapas…— con el objetivo de encontrar cuerpos, primero, y conectarlos con nombres, después. En el proceso de búsqueda, en principio de manera individual, esos familiares se fueron encontrando y han llegado a conformar una tupida red de asociaciones de familiares que buscan. No se identifican por ser todos familiares de —madres/as de…, abuelas de…, hijo/as de…, hermanos/as de… desaparecidos—, o no exclusivamente, sino por compartir un sufrimiento común. Crearon “comunidades de dolor” (Das, 2008; Jimeno, 2008), que les permitieron mucho más que buscar, que les hace, a través de su reconocimiento como víctimas, parte de la comunidad nacional. Existen.

Esas comunidades de dolor que se constituyen a raíz de la búsqueda se sostienen en una sustancia diferente a la de los vínculos de parentesco sostenido por la sangre: el sufrimiento. Pero esa sustancia se considera demasiado débil y apelan cuando se refieren a compañeros a través de una semántica propia del vínculo de parentesco: hermanos/as es habitual. Lo vimos en el proyecto “Mundo(s) de víctimas” y lo han visto otras colegas (Sosa, 2014). Apelar al nombre propio del vínculo de parentesco parece ser la clave para el fortalecimiento de un vínculo considerado más débil porque ser carente de una sustancia tan consistente como la sangre o el ADN. Buscando terminaron por hacer parentesco.

Ese hacer parentesco (o vínculo), ya lo decíamos en otra entrada del kit, es o parece ser una contradicción: el parentesco o los vínculos no se hacen, son (“yo soy de esta familia”) o se tienen (“yo tengo estas o aquellas relaciones sociales”). Ahora, tanto el ejemplo de las desapariciones como los trabajos de Haraway (2017) y Carsten (2007) muestran que las formas de vincularse (entre familias y más allá de ellas) son dinámicas y cambiantes. Apuestan esas y otras autoras que el vínculo, incluido el propio del parentesco, ha de entenderse como activo y procesual, es decir, como vinculación que “se hace” y puede “deshacerse” todo el tiempo, en cada momento, componiéndose de fragmentos de (in)materialidades diversas —sustancias, lugares, relatos u objetos (García, 2019)— y que se densifica o se diluye en el tiempo y en las circunstancias cambiantes (Carsten, 2007). De la misma forma que las relaciones no están dadas, ni representadas de antemano, cambiando a lo largo del tiempo, se puede pensar, como propone Veena Das (2007), que “el tiempo trabaja” esas relaciones, haciéndolas cambiantes, como uno de los agentes que les dan forma. El vínculo ha de ser buscado y hecho.

Los refugios para habitar la desaparición social son escenarios de ese buscar y hacer vínculo. Un vínculo que será siempre incompleto, fragmentario, temporalmente limitado (como lo son los refugios). No hay, no es posible que haya, una sangre, ADN u otra sustancia —leche para Carsten, sufrimiento en varios trabajos sobre víctimas— que constituya el vínculo ad eternum, sino que hay que activar y emparentar múltiples sustancias (materiales e inmateriales), pero también otros elementos, para hacer (un fragmento de) vínculo en un momento dado. Esta mirada permite, al tiempo, habilitar la pregunta por formas de vínculo raras (Haraway, 2017; Sosa, 2014), algunas que se salen de los cánones previstos o normativos según los criterios biológicos y sociales del vínculo. Así, más que en vínculo —de parentesco u otro, sanguíneo o de sufrimiento, material o inmaterial— deberíamos pensar en cómo se buscan y se hacen vínculos.

Referencias

Carsten, J. (2007). La sustancia del parentesco y el calor del hogar: alimentación, condición de persona y modos de vinculación (relatedness) entre los Malayos de Pulau Langkawi. En R. Parkin y L. Stone (Eds.), Antropología del parentesco y de la familia (pp. 515-542). Madrid: Editorial Universitaria Ramón Areces.

Das, V. (2007). Life and words: violence and the descent into the ordinary. Berkeley and Los Angeles: University of California Press.

García, A. (2019). Fragments of Relatedness: Writing, Archiving, and the Vicissitudes of Kinship. Ethnos. Journal of Anthropology, 85, 717-729.

Haraway, D. (2017). Seguir con el problema. Generar parentesco en el Chthuluceno. Bilbao: Consonni. Sosa, C. (2014). Queering Acts of Mourning in the Aftermath of Argentina’s Dictatorship: The Performances of Blood. London: Tamesis Books.