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Contar sí, pero, ¿para qué?

María Martínez

Online, 31 de octubre de 2022

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Hace un par de días, Gatti me envió un artículo de opinión publicado en el periódico vasco Naiz titulado como esta viñeta: “Contar sí, pero, ¿para qué?”. El firmante, antiguo trabajador del Ayuntamiento de Bilbao y activista de Ongi Etorri Errefuxiatuak (Welcome Refugees), muestra su indignación por una acción de las instituciones públicas vascas que podría ser leída positivamente. Desde hace ya más de una década, ayuntamientos de esa comunidad autónoma (pero también de otros puntos del país) hacen recuentos de personas que pasan la noche en la calle, los llamados sin hogar o sin techo. El recuento se hace gracias a voluntarios que salen en masa por las calles de las ciudades una única noche del año a contar —literalmente apuntan en un mapa cuántas personas ven pernoctando en la calle y en una ficha algunos datos básicos como el sexo (supuesto pues no se les permite acercarse, ni hablar con las personas)—; en varias ciudades vascas este último conteo se ha realizado en la noche del 26 al 27 de octubre. El autor del artículo pregunta con insistencia a las autoridades competentes qué van a hacer con ese recuento. Entiende que el recuento ha de servir para algo y que ese algo debería ser proporcionar una solución residencial a esas personas, más allá de que les ofrezcan pernoctar en un albergue con limitaciones (3 días). El autor maneja la idea de que ese no puede ser el objetivo porque si no, ¿por qué no se ha puesto ya en marcha después de más de una década contando? La crítica no la limita a las instituciones, sino también a las organizaciones que colaboran con ellas y que no son, parece reclamar, críticas con las instituciones. De hecho, denuncia que esa acción gubernamental de conteo convive con otra que consiste en expulsar a las personas sin hogar del centro de las ciudades hacia sus márgenes —algo sobre lo que también he trabajado con Miguel Ángel Aedo para el caso de la prostitución— haciéndolas desaparecer.

Durante el anterior proyecto, Desapariciones, nos acercamos a estas acciones de conteo de personas sin hogar. Participamos en un conteo e hicimos alguna entrevista a quienes estaban involucrados en ellos. En ese momento nos acercábamos con la inquietud de la inconmensurabilidad de contar ciertos fenómenos; estábamos inmersos en la reflexión sobre el quiebre de la representación que supone la desaparición y que fue eje central de reflexión en las desapariciones originarias. Nos interesaba, entonces, ver cómo se cuenta, en lo concreto, aquello que se escapa de las cuentas. Ahí leímos sobre hidden populations (poblaciones ocultas) y reflexionamos sobre los límites epistemológicos y metodológicos de las técnicas del conteo.

Visto desde ahora, desde el proyecto ViDes y desde sus interrogantes, la pregunta quizás sea otra. Se me ocurren, al menos, dos al leer el artículo de opinión: la primera es la que tiene que ver con el registro. Contar es, ya lo apuntábamos en ese proyecto anterior, hacer aparecer. Es hacer entrar en registro a quien estaba fuera de él; algo muy moderno por otro lado, la tarea propia del censo. Pero es también lo que permitiría, en el absoluto, unir lo que la desaparición ha roto: cuerpo y nombre (o número, al menos). Esos cuerpos que viven en la calle son eso, cuerpos, incluso carnes expuestas. Contarlos, registrarlos, puede ser el camino para que la carne se haga, en mi comprensión del trabajo de Spillers, al menos cuerpos, aunque se queden en estatus de sub-humanos, lejos de eso que hemos llamado ciudadanía. El segundo interrogante es sobre algo que el artículo insinúa o, mejor, que mis lentes ViDes me hacen percibir del artículo. Es el interrogante por lo que queda más allá del conteo. Sospecho que es mucho, más si cómo dicen en el artículo hay una política de desaparición de esos cuerpos. Es una cuestión de procedimiento: recuerdo que en la sesión de conteo de personas sin hogar en la que participamos se marcaba muy bien hasta donde debían aventurarse los voluntarios para contar por su seguridad; imposible llegar a esos cuerpos (o carnes) expulsados a los montes. Reviso algunas catas (por ejemplo, esta, esta, esta o esta) y dudo mucho que los voluntarios lleguen hasta esos lugares para contar personas sin hogar. Pero es más que una cuestión de procedimiento, es de sensibilidad a lo Rancière; ¿cuántos cuerpos o carnes quedan fuera de nuestro registro de lo sensible? Esos nunca serán contados