Iñaki Rubio y David Casado-Neira
València-Galicia, Mayo-Junio de 2023
Cortafuegos…
Iñaki Rubio
Cortafuegos, economías forestales, gestos y sus excesos
A la vuelta de Galicia, me decido a explorar el visor cartográfico de la Generalitat Valenciana intrigado por los cortafuegos, unas estructuras de vaciamiento que tienen el objetivo declarado de contener las llamas y evitar su paso a zonas colindantes.

No eran imágenes que me resultasen extrañas, pues en Euskadi también son comunes a veces acompañando los tendidos eléctricos, y otras separando vastas zonas forestales. Si que me llamó la atención no tener recuerdo de grandes cortafuegos en las montañas valencianas, tal vez por el tipo de vegetación mediterránea o porque se opta por otros medios preventivos que no son ese. Algo me da que pensar que tal vez no sean comunes por la tipología de incendios, asociado al abandono y vaciamiento de las zonas rurales interiores y sus economías tradicionales de cultivo secano y pastoreo.
Son pocas las zonas envueltas por cortafuegos, y la mayoría no son cortafuegos “a la gallega”. Esto es, zonas serradas y depuradas con el objetivo específico de detener el fuego. La mayoría de los que se aprecian son carreteras o vías forestales que, ya de paso, hacen de cortafuegos. El interior improductivo, abandonado, no cuenta con una “economía de preservación” (que debe ser sometida a crítica) como sí cuenta el hiperproductivo interior gallego. Se entiende que aquí, entonces, la economía girará en torno a la extinción.

David hablaba mucho de la economía del bulldozer. Sin haber todavía indagado lo suficiente, ahora la entiendo muchísimo mejor. La brutalidad de los trazados, las direcciones absurdas y superpuestas, disipan dudas en cuanto al grado de planificación que rige estos territorios. Planificados, sí, en cuanto a la “voluntad política” de hacerlo y al destino de partidas económicas, pero en absoluto en cuanto a la proyección de una racionalidad práctica, que delimite extensiones, anchos y direcciones; zonas a conservar y zonas a devastar.
Comparar, pues, los cortafuegos valencianos y los gallegos poco trae. Pero sí hay algo que me resulta familiar en esa forma de hacer, y es que se parece mucho a la forma de urbanizar la costa. Sus cortafuegos son como nuestros rascacielos, en ciudades como Calp y Benidorm; como los chalets de Altea, Dénia o Xàbia. Son gestos parecidos, medio planificados, medio desmanados. Ambos devastadores. ¿Pero cómo son y cómo se desenvuelven estos gestos?
…demasiado familiares
David Casado-Neira
Cuando uno está por la montaña gallega es difícil saber si uno anda por una pista forestal, otro tipo de acceso o un cortafuegos. En ocasiones para alcanzar un punto a pie hay que ir combinando las posibilidades que nos dan viejos caminos, pistas y cortafuegos. La antigua racionalidad y sentidos de las vías de comunicación rurales ha sido garabateada, borradas, reescrita y emborronada por otras lógicas: la de la repoblación forestal, la de la caza, la de la extinción de incendios y su prevención.
Es un fenómeno recurrente, en el que el territorio se define por esos trazados gruesos a lo largo de las dorsales de las sierras, puesto ahí en donde es imposible eludirlos en el paisaje. Esto no sé si es causa o efecto, si tiene que estar ahí por lógica preventiva del fuego o cumplen solamente (o también) un papel propagandístico bajo el lema: “Aquí se ponen todos los medios posibles en la lucha antiincendios”.
Una marcada de paquete de la Administración, los cortafuegos parecen luchar entre sí a ver quien lo tiene más ancho y largo. Aunque el problema es de erosión y falta de utilidad en la prevención y lucha contra los incendios, pienso en su impacto visual, en su “ser parte” del paisaje. Y aquí no están solos. Los grandes paneles metálicos, en lugares visibles, nos informan de los miles o millones de euros que tal o cual administración ha invertido. Sea estatal, autonómica, provincial o municipal siempre con el apoyo de la U.E. anuncian acciones postincendio: de acondicionamiento de caminos, de repoblación, de creación de balsas de agua, de merenderos, etc.
No he visto en Valencia este tipo de cortafuegos, pero si los restos de esos paneles institucionales que nos anuncian el buen hacer en la recuperación de las zonas rurales. Ya sé que es demagógico, pero podríamos formular un algoritmo basto: a más perdida de población, más cortafuegos y más paneles. El algoritmo que pone en relación la despoblación y los incendios ya existe, lo dicen las gentes expertas en la gestión de los montes. Yo solo añado algo a la ecuación.

Cortafuegos y paneles son dos formas ineludibles de acción humana en el paisaje y en el territorio.Y como tales parece que quieren ser reconocidos. Es desde el análisis del paisaje en donde podemos encontrar su sentido. Me gustaría ver que diría Roland Barthes sobre esto. Dudo entre pensar si mi percepción es simplista o la realidad obscena.
O quizá se trate de una ingenuidad pensar que la palabra cortafuegos hay que leerla junta, probemos otra cosa: corta+fuego.

Los paneles que al igual que los cortafuegos perdurarán durante años y decenios, hasta… Nunca he visto uno que se retirase, de la misma manera que nunca he visto un cortafuegos que haya sido renaturalizado. Sí muchos abandonados a su suerte, y que han ido generando otras cubiertas vegetales, otros ecosistemas consecuencia del olvido, ante otros terrenos por explotar.