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El nuevo estado de naturaleza (NEN)

Paisajes de conceptos para civilizaciones descuidadas

Ignacio Irazuzta

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Este texto nace de una dificultad. Responde a la necesidad de explorar nuevas formas de contar; nuevas o no habituales para las ciencias sociales que practicamos. De ahí la dificultad, de la pretensión de contar con otros recursos diferentes de la escritura. Y ya ven, consta eso por escrito.

¿Contar con imágenes? No suena eso muy nuevo y tampoco yo con esas capacidades profesionales, ni siquiera con destrezas de amateur. No puede ser eso. No puedo. No soy fotógrafo. Ni siquiera he leído sobre antropología visual. Lo que he logrado hacer, o el sentido que he logrado construir de lo que aquí presento es eso que todos hacemos: sacar fotos con el teléfono. Parece hoy imposible captar empíricamente lo que a la par estamos conceptualizando, captar y catar eso, digo, sin ejercer esa práctica incorporada de fotografía móvil y celular que todos ejercemos con nuestros “dispositivos” (Agamben, 2011); ejercer ese oficio de fotógrafos que todos podemos ser con nuestros teléfonos, vamos. Entonces, en esa práctica del captar y el catar, digo, usa uno el móvil, con mayor o menor destreza, con mejor o peor encuadre, con más o menos filtros, con más o menos práctica de instagramer. Siento que eso que denominamos “cata” es casi siempre con el móvil, con celular, que decimos en América. Con ese “dispositivo”, que se diría aquí y allá.

Catando empíricamente y catando conceptualmente, porque las imágenes intentan captar lo que previamente fue un texto escrito en el que se ensayaba el concepto de estado de naturaleza o, más precisamente, nuevo estado de naturaleza (NEN). A este viejo concepto de la filosofía política, que cuesta no representárselo escrito, asociamos el abandono dado por el fracaso de la promesa de protección de las sociedades con calificativos (de bienestar, democráticas, de derecho, etc.) y como la condición en la que se encuadran las vidas descontadas que nos interesan en el proyecto.Como el estado de naturaleza de la vieja filosofía iusnaturalista, confeccionamos el concepto NEN para significar el abandono, la desprotección y la situación en la que se desaparece y se vive como desaparecido social.  Eso ocurre, decía Hobbes para su estado de naturaleza (el originario), “cuando las sociedades faltan” (Hobbes, 2000: 54). Cuando las instituciones de protección se desinstitucionalizan; cuando la precariedad acecha, cuando el mundo es de víctimas, diríamos nosotros para el NEN. El NEN es un estado de refugio o de refugiados sin refugio, como diría D. Haraway (2016); una postal del antropoceno.

Entre la captación y la cata; entre el concepto y la imagen va el intento: una serie de fotos que sugieren algunas ideas con las que llenar de contenido eso que denominamos NEN.

  1. El NEN es de perspectivas distantes

Sobre las imágenes del NEN se impone la distancia. Seguramente por mi falta de pericia en fotografía, pero también porque lo que se quiere captar es un mundo de otros muy otros. No es que el NEN sea un estado de invisibilidad. No lo es. De hecho, las imágenes dicen que estos espacios de refugio están a la vista de todos, a los costados de grandes avenidas, por ejemplo. Allí dispuestos, forman paisajes fugaces para los miles de automovilistas que transitan esas calles rápidas. El NEN es visible pero inaccesible. Se ve en entresijos, en espacios y lugares en principio inapropiados para la vida. Visto y pensado desde la imagen hay algo del orden de los pixeles en la representación del NEN: miradas lejanas, de poca Sobre las imágenes del NEN se impone la distancia. Seguramente por mi falta de pericia en fotografía, pero también porque lo que se quiere captar es un mundo de otros muy otros. No es que el NEN sea un estado de invisibilidad. No lo es. De hecho, las imágenes dicen que estos espacios de refugio están a la vista de todos, a los costados de grandes avenidas, por ejemplo. Allí dispuestos, forman paisajes fugaces para los miles de automovilistas que transitan esas calles rápidas. El NEN es visible pero inaccesible. Se ve en entresijos, en espacios y lugares en principio inapropiados para la vida. Visto y pensado desde la imagen hay algo del orden de los pixeles en la representación del NEN: miradas lejanas, de poca nitidez, de insinuaciones… Y sin embargo intrépidas: son miradas que intentan captar otro muy otro.

Vista de barrio de “posesionarios” desde la terraza de un centro comercial en Monterrey.
Vista de un refugio desde un puente peatonal sobre la Av. Constitución de la ciudad de Monterrey
Vista desde el frente del mismo refugio.
  1. El NEN es un estado sin sociedad, pero de densa vida social

Eso, si es que por sociedad, y volviendo a lo dicho por Hobbes (2000: 54), entendemos algún grado de protección institucionalizada hacia y entre los individuos asociados. Si es así el NEN es, efectivamente, un estado, una forma de estar, sin sociedad. Pero el NEN es abundante en relaciones sociales entre pares; se hacen allí muchos vínculos, se ve gente compartiendo charlas, comidas, enseres… Son espacios de relatedness (Carsten, 2007). Puede ser también abundante en relaciones entre otros muy otros: son lugares de ejercicio de caridades más o menos institucionalizadas, de relaciones de (des)cuido, de convivencia con vecinos, con transeúntes, con automovilistas. Enclavados en ciudad, los NEN parecen dispuestos para reafirmar “la civilización” de quienes los ven pero no los habitan.

Vista desde la acera del Hospital Universitario de Monterrey del refugio donde pernoctan familiares de pacientes internados
Vista del mismo refugio desde debajo del puente.
  1. Al NEN lo habitan otros muy otros; tanto que es inconcebible sin fronteras

La frontera instaura una separación, pero también demarca una significación. Es significativa en sí misma porque dice de aquello que separa; lo es más allá de sí porque exhibe con claridad cada uno de los lados que separa. Cuando la frontera es un muro, es ambas cosas a la vez y de manera impetuosa. A veces no hay muros, pero una gran avenida puede hacer sus veces. Otras, seguramente la frontera ni siquiera es material, pero algo más puede ejercer la función de demarcación que es propia de la frontera. En tanto que las fronteras ejercen una “función de configuración del mundo” (Balibar, 2002), y en tanto que el NEN no es una condición generalizada y homogénea, siempre será interesante indagar en sus fronteras, trazar sus mapas, establecer sus separaciones y conexiones.

Muro que separa diferentes municipios del área metropolitana de Monterrey y, con ello, barrios ricos y barrios pobres de la ciudad.
  1. El NEN es un estado de cosas

Así como supimos encontrar y analizar objetos propios del desaparecido (originario y social), así también podemos decir que en el NEN hay objetos y que esos objetos hablan, ejercen una función, propician relaciones y prácticas entre quienes los ponen en uso (Baudrillard, 2003). Los objetos componen la imagen cuando uno se aproxima a los lugares del NEN. Hay allí cosas desubicadas, fuera de su sitio. Hay muebles. Por ejemplo, sofás. Vistos en el refugio frente al hospital, el sofá evoca la espera, o simplemente el estar. Hay también lo que uno esperaría en este tipo de refugios: colchones, cartones y mantas que pueden asociarse las necesidades vitales; hay carritos que revelan vidas ambulantes y cosas, muchas cosas, que en la sociedad civil(izada) uno llamaría basura, pero que aquí son seguramente objetos de intercambio y por lo tanto de relaciones sociales. 

. Los objetos del refugio frente al hospital.

Referencias:

Agamben, G. (2011). “¿Qué es un dispositivo?”, en Revista sociológica, 26, 73. Pp. 249-264.

Balibar, E. (2002). Politics and the Other Scene, Londres: Verso.

Baudrillard, J. (2003). El sistema de los objetos, Madrid: Siglo XXI.

Carsten, J. (2007). “La sustancia del parentesco y el calor del hogar: Alimentación, condición de persona y modos de vinculación entre los Malayos de Palau Langkiwi” en: R. Parkin; L. Stone, Antropología del parentesco y de la familia, Madrid, Editorial Universitaria Ramón Areces.

Haraway, D. (2016). “Antropoceno, Capitaloceno, Plantacionoceno, Chthuluceno: generando relaciones de parentesco”, en Revista latinoamericana de estudios críticos animales, III, I, pp.

Hobbes, T. (2000). De Cive, Madrid: Alianza.