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Ecoparque II: ¿el diseño de la naturaleza?

María Martínez

Buenos Aires (Argentina), 25 de marzo de 2023

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Ya escribí otra cata sobre el ecoparque (aquí) que recordarán era el antiguo zoo de Buenos Aires transformado en parque ecológico de educación popular —popular en su amplio sentido pues es “relativo al pueblo” (RAE) y se ve en él mucha clase popular argentina paseando—. No es que tenga obsesión con ese parque, o quizás sí, pues hay algo en él que activda mi radar ViDes y me empuja a escribir (¿no era eso la cata?), pero me paraliza que no sé por dónde conducir lo que quiero contar ni siquiera qué es exactamente lo que quiero contar. Algo de esto dije ya en esa primera cata en la que planteaba que como mucho lo que podía lanzar eran algunas palabras clave: parque, jardín, orden, diseño… No sé si eran esas exactamente, pero valen.

Intento ir al grano que no es fácil porque ya digo: me remite a ViDes pero no tengo claro en qué sentido. Estuve, más bien estuvimos, de nuevo en el ecoparque. Esta vez nos apuntamos a una actividad que permite entrar al recinto que dentro del parque está reservado a los elefantes que no corren sueltos como las maras, los pavos reales o los patos. Había cierta “urgencia” en hacer esa actividad porque según anuncia la web del parque los dos paquidermos están preparando su viaje (inminente) a un refugio de elefantes en Brasil en el proceso de sacar del ecoparque a todos los animales que no sean propios (nativos y/o endémicos) de Argentina. El guía hace más que introducirnos en el recinto de elefantes; hace un recorrido general por el parque y, junto a los locales que conocieron el zoo, reconstruye la historia de ese lugar. La crítica que recorre esa historia es del orden de la economía moral del humanitarismo: el sufrimiento de los animales encerrados en pequeñas jaulas y obligados a exponerse al público. La configuración espacial de las jaulas limitaba la “agencia” de los animalitos: no tenían un espacio “privado” al que retirarse si no querían ser vistos. Esto, en última instancia, modificaba inclusos sus hábitos (leones que no pueden dormir las horas necesarias). No hace falta ser animalista para compartir la crítica, aunque imposible no sospechar de ella. El zoológico era un diseño perfecto. Reproducía a pequeña escala la fauna del mundo, sobre todo la más exótica. Y era perfecto porque incluso la arquitectura se ponía a su servicio: así, el edificio donde viven (aún están ahí) los elefantes remite a la India, el del dromedario a oriente próximo, los de las jirafas a África, etc. Todo eso supuestamente (miren las fotos y juzguen).

Sobre ese diseño y sus ruinas aún nada ruinosas (los edificios siguen en pie) se va montando el ecoparque desde hace unos años. Es divertido pensar el contraste que producirá cuando estos edificios propios de animales exóticos que en breve ya no estarán allí (pues todos se trasladarán o fallecerán) sean ocupados por las especies nativas o endémicas: ¿puede vivir una mara en un templo hindú? Vuelvo a lo mío. Detrás del ecoparque también diseño, mucho de hecho, pero un diseño camuflado, un supuesto no-diseño, uno que no se note. Dos son los objetivos de este (no) diseño: uno, poner al “animalito en el centro” (¿no resuena esto a las teorías y políticas del cuidado?) para que, en tal caso, el humano-visitante se adapte a él y no al contrario; dos, ya no hacer un parque de la fauna mundial exótica, sino generar un espacio de vida para las especies (tanto de flora como de fauna) nativas y endémicas (ya nos explicó el guía de la visita la diferencia) de Argentina. El ejercicio parece tan poderoso pues el mismo ecosistema, si se lo deja, si no se interviene sobre él, va coadyuvando a este propósito. Así, plantar no sé qué planta —soy ignorante de flora y fauna— permite que vuelva y se reproduzca una especie de mariposa (mis disculpas, no retuve el nombre) propia del lugar. La naturaleza no precisa diseño, se diseña a sí misma: ¡maravilloso, redondo!

En efecto, el ecoparque también se diseña, pero ¿se diseña igual que el zoológico con modelos modernos de ordenamiento, de generación de “jardines” a lo Bauman? Pienso en algunas herramientas que hemos desarrollado en el proyecto como esta que trabaja sobre el descuido como —oh, paradoja!— forma de cuidado. En el ecoparque, el supuesto descuido puede ser una forma de cuidado: dejar que la naturaleza haga (ya lo decía el dicho: ¡la naturaleza es sabia!). Lo que sí es, de nuevo, es planificado. Pienso en esos animalitos que ahora sí se traen al ecoparque y que son nativos o endémicos de argentina (de nuevo, diseño). Son maras, un tipo local de nutria, ciertos tipos de patos, incluso mariposas. ¿Se habrían encontrado en un lugar de convivencia si no fuera porque el parque los ha obligado a congregarse? Lo dudo y pienso de nuevo en el no-diseño del parque y/o en el abandono como método de diseño.