Carolina Kobelinsky
Lausanne (Suiza), 25 de mayo de 2023
Estoy en Suiza, en Lausana, en la escuela de trabajo social para dar una charla sobre “los futuros soñados de los muertos”. Al terminar, una chica se me acerca y charlamos sobre los trabajos sobre muertes, digamos, de algún modo problemáticas. Primero comentamos la gestión de los muertos durante el covid en el norte de Italia. Después me cuenta que es antropóloga de formación, que no hizo tesis pero que se dedica a la investigación, que nunca se interesó particularmente por estos temas y que lo suyo por mucho tiempo fueron los asuntos de encierro, cárcel y demás. Pero que desde hace muy poco, con un grupito de activistas, investigadores e investigadoras empezaron un trabajo de registro de los muertos en las cárceles suizas, super pobladas de migrantes y cuyas estadísticas relativas a los fallecimientos “no son fiables”. Mi interlocutora apoya su relato en datos contundentes (que según deja entender sí son fiables): el 93% de la población carcelaria ginebrina, me dice, está compuesto por personas extranjeras (algunas de ellas, detenidas por ser sin papeles y en camino a ser expulsadas del territorio). También me da el porcentaje a nivel nacional, altísimo, pero no lo recuerdo.
El Observatoire citoyen des morts dans les prisons suisses intenta recopilar datos sobre las personas que mueren en la cárcel a partir de la información que publica la prensa y aquella que figura en diversos archivos (creo que no me dijo cuáles, o no lo recuerdo). Todavía no tienen una práctica sistemática ni un modus operandi claro, pero mi interlocutora me explica que ya han podido rectificar las estadísticas nacionales y dar cuenta de más muertes de las que el Estado ha registrado. Recién empiezan y ya se toparon con muertes silenciadas. Le digo que le pegue una mirada a la forma de contabilizar los muertos y desaparecidos en la frontera europea, para que vea cómo se registran y qué cuentan o no cuentan.
“A nadie le interesan estos muertos en la cárcel, ni siquiera conozco investigadores que estén metidos en esto”. Mi interlocutora subraya que detrás de la intención de registrar se encuentra aquella de denunciar el tratamiento en las cárceles y visibilizar el suicidio en los espacios de encierro. Rendre compte de su existencia. Dar cuenta, hacer que cuenten, contarlos.
Ya tienen cuenta de Twitter (que por cierto no encontré, tal vez por mi torpeza, ¿será que no cuentan?!), se llama La prison tue.
El cuento es claro.