Carolina Kobelinsky
Rennes (Francia), 29 de Marzo de 2022
Ya resignada a dejar el Nokia, entro a la tienda SFR del centro de Rennes. No hay mucha gente, solamente tengo que esperar que pasen dos personas primero y hay dos vendedores. Me siento en un banquito y escucho de lejos la conversación sobre los giga que consume andar todo el tiempo viendo videítos de Youtube. De pronto abre la puerta un señor mayor gritando. Repleto de bolsas de mercado, gorrito de lana verde medio roto, zapatillas agujereadas, entra seguido por un perro. Que le han robado el móvil, que viene de hacer muchos kilómetros, que es cliente sfr desde hace tiempo, que quiere un nuevo chip. Grita que es urgente, se sienta en el piso, le pide al perro que haga lo mismo. Este obedece. Uno de los vendedores – visiblemente el encargado – dice de lejos que espere un momento. Pero el anciano no quiere o no puede esperar. O en todo caso, no espera en silencio. No registré bien el orden de las frases que se sucedían casi sin respiro: soy cliente–pago 150 euros al mes–me han robado–necesito mi teléfono–es urgente–es urgente–alguien me puede atender–necesito mi móvil–que alguien me atienda–no tengo casa en este momento–el móvil es mi casa–necesito mi móvil–necesito mi casa–pago 150 euros al mes–necesito mi casa ya[1]. El otro vendedor se disculpa con la señora que estaba atendiendo, saca un pequeño sobre de un cajón, se levanta del escritorio, esquiva el perro y se acerca al anciano. Le pide su número de teléfono y su documento. Este le va diciendo 06 02 bla bla bla mientras revuelve el fondo de una bolsa de Carrefour. Le da el DNI y también un móvil para que el vendedor inserte el nuevo chip que estaba en el sobre. “Le debitarán 10 euros junto con la próxima factura, muchas gracias señor, au revoir”. Pero el hombre no se levanta, tiene los ojos puestos en el teléfono. El vendedor da media vuelta y camina tres pasos antes de sentarse frente a la clienta que aguarda impávida. Pasan algunos minutos y de pronto se oye un “ ¿por qué no tengo la 4G? ¿Por qué no tengo la 4G, me pueden decir?” El anciano se levanta con dificultad mientras protesta que es inaudito. El perro también se incorpora (pero no protesta). Los vendedores afirman casi al unísono que no hay buena señal en la tienda. El cliente que está al lado mío sonríe levemente. Ofuscado, el anciano abre la puerta de vidrio y sale junto al perro y las bolsas. La cierra con violencia y se queda hablando por teléfono en el umbral de la puerta pero ya no escucho nada. Unos minutos después me toca a mí pero ya es muy tarde, mi consulta requiere más tiempo y me dicen que vuelva otro día. Será que todavía hay Nokia para rato.
[1] Tremendo efecto « guau » al oír esto, la certeza de tener que escribir dos líneas al respecto. Y tremenda también la sensación ex post de lo patética que estuve pensando “guau, estoy frente a una escena ViDes”… sobre todo sabiendo que “el móvil es mi casa” puede querer decir tantas cosas y que no tengo ni para empezar el análisis.