perro enamorado de las estrellas
Home » Dando cuenta » El perro enamorado de las estrellas, de Takashi Murakami

El perro enamorado de las estrellas, de Takashi Murakami

Iñaki Rubio

Copyright

El perro enamorado de las estrellas es un popular cómic del autor japonés Takashi Murakami. El cómic no es un género que frecuente, pero releyendo un capítulo que firma Anne Allison en el libro que coordinan Veena Das y Clara Han, Living and dying in the contemporary world, me encontré con una referencia a su versión audiovisual y, al ver que el manga había sido traducido al castellano, me propuse leerlo. La historia principal -pues, en realidad, está compuesto por cuatro historias que van entrelazándose en distintos puntos- trata sobre la vida de un padre de familia de mediana edad que pierde su empleo debido a una grave enfermedad que le aqueja. Expulsado del mercado laboral y sin expectativas de remendar esta situación que en japón es entendida como un grave fracaso social, vuelve a casa desanimado y afrentado.
Su mujer, harta de aguantar su mal humor y nulo apoyo en las tareas del día a día, decide divorciarse y trata de hacerle entender que debe dejar un hogar en el que ya no contribuye y que no es capaz de sostener.

El patriarca recién caído en desgracia decide preparar la furgoneta y echarse a la carretera, con la única compañía del perro familiar llamado Happy. Aquí empieza una largo trayecto, físico y simbólico, con el que el protagonista se va separando de su propia identidad biográfica para instalarse en un presente poco esperanzador. Vagabundeando hacia ninguna parte, con esta extraña alianza interespecie como único refugio posible, tratan de subsistir. Primero van vendiendo algunas posesiones que trajeron consigo, a sabiendas de que en algún momento acabarán. Y luego, acaban viéndose obligados a escarbar contenedores en búsqueda de comida, intentando acumular víveres para pasar el invierno que se acerca. Cuando se quedan sin dinero para gasolina, estacionan en un parque natural. Una vez allí, comienza la estación fría. El protagonista, enfermo, no es capaz de superar las inclemencias del invierno casi a la intemperie, y finalmente muere. Poco después lo hará el perro.

Cuando encuentran los cuerpos, advierten que junto a la furgoneta el hombre había logrado cavar, con grandes esfuerzos, una pequeña tumba para el can que yacía con él. Con esta escena, el autor trata de retratar irónicamente tres gestos. El primero, es que este duelo que el protagonista no llegaría a sentir -porque la muerte se le anticipa- trataría de materializar, de algún modo, el recogimiento mutuo y la vida compartida, su posibilidad efectiva, en el particular abandono que experimentaron juntos. El segundo gesto es que con la tumba abierta y vacía se escenifica también, poderosamente, la muerte social y el olvido que los dos venían experimentando antes de su muerte biológica aconteciese. Y por último, cómo la muerte anticipada del protagonista trunca la única forma de permanencia imaginable en esas circunstancias. Si hubiese muerto Happy primero, hubiera quedado de él tanto los restos como su recuerdo expresado la tumba que lo debía cobijar, algo que lleva a pensar en un atisbo de esperanza a pesar lo trágico. Del hombre, sin embargo, solo quedarían sus restos a la espera de ser recogidos por el Estado, pero podía quedar tranquilo al ver a su compañero enterrado como merecía. Desgraciadamente, al invertirse el orden de los fallecimientos, se produce una escena terrible compuesta por dos cuerpos tendidos sin que ninguno haya sido llorado, y una tumba abierta que no está ocupada por nadie.

Las otras tres historias que se cruzan con esta retratan también la vida en el abandono. La segunda contempla cómo una asistente social reconstruye la historia de los protagonistas de la primera, tratando de recomponerla con los pocos rastros que estos han ido dejando a su paso. La tercera es la historia del hermano del perro Happy, quien fue recogido por una anciana solitaria que solo deseaba morir. El encuentro fortuito del cachorro abandonado inspiraría en ella algo de alegría y esperanza en sus últimos días, algo que ya no esperaba sentir. Y la última, cuenta las andanzas de un niño abandonado por su madre que, tratando de localizar a su abuelo -única persona que cree que lo puede estar echando en falta-, acaba cruzándose con los protagonistas de la primera historia. Más adelante, robará un perro que llevaba dos años sin ser adoptado en una tienda de mascotas, construyendo con él un pequeño viaje hacia su abuelo.

El hilo conductor que vertebra obra nos insta a pensar en la posibilidad de apoyo en circunstancias precarias, donde la idea de refugio como espacio físico pierde fuerza. No es que no exista; una furgoneta, la casa del abuelo añorado, el hogar al que la anciana está encadenada son también refugios. Pero la única razón para pensar en la búsqueda o en el mantenimiento de esos refugios improvisados y no institucionales, es la posibilidad de restaurar los vínculos perdidos, estas veces, a través de la alianza con un animal. El perro enamorado de las estrellas permite pensar esos pequeños arraigos que hacen refugio, unas veces con más éxito que otras.