Daniela Rea
Moroleón (Guanajuato, México), 20 de Noviembre de 2022
Estoy trabajando un par de reportajes sobre maquila. Y lo que viene adelante son algunos destellos de lo que considero son mini-refugios o irrupciones a las reglas para hacer habitables, vivibles las jornadas laborales de las mujeres costureras.
- Bajo la máquina
Rosy tiene 35 años y dos hijos de 3 y 2 años de edad. Trabaja en la maquila de suéteres, en Moroleón, en el estado de Guanajuato. Rosy no tiene seguro social en la maquila donde trabaja, este derecho laboral le daría chance de tener guardería para sus hijos. Ella “declinó” al derecho a cambio de tener un salario más alto. Rosy pidió permiso a su empleadora y dueña de la fábrica, Blanca, para traer a sus niños después del kínder, Blanca le dijo que no porque la fábrica es un lugar peligroso para los niños, se pueden tragar un botón o se pueden quemar con las planchas de vapor. Rosy dijo que estaba bien, pero desobedeció la orden y a los días siguientes, semanas siguientes, llevó a sus hijos a escondidas. Rosy entraba a la fábrica a la hora de la comida, aprovechando que no había tanta seguridad, y los metía debajo de su máquina de coser. El espacio: una mesa con su máquina de coser, bajo la mesa colocó cajas con telas y rollos de hilos y una colcha, ahí los esconde y les pide estar quietecidos, no hablar, no dar lata, no gritar, no correr, no moverse. Sólo dos compañeras del trabajo saben y callan, como Rosy y como los niños bajo la mesa. Les da el celular con videos y canciones para que aguanten ahí, quietos, las 4-5 horas que le restan de la jornada laboral. Un día, la nena de tres años sale de su guarida y Blanca, la dueña de la fábrica, la mira correr entre las máquinas y los rollos de tela. Blanca pregunta quién es, es la niña de Rosy. Rosy le explica, es que no tenía dónde dejarla. Blanca y Rosy hacen una especie de pacto y aunque en un inicio Blanca le prohibió traer a los niños, ahora accede.
2. Junto al pedal
Carmen trabaja maquila en casa. No tiene contrato laboral, ella trabaja a destajo, es decir le pagan por número de prendas cosidas. Cose desde las 7 de la mañana a las 10 de la noche; en días de entrega hasta la 1 de la madrugada “o a veces ni duermo”. En ese lapso hay que hacer la comida, atender la casa. Calcula que por un trabajo que le lleva 4 días recibe 600 pesos. La maquila en casa no sólo se trata de la subcontratación de mano de obra, sino que también implica la externalización de riesgos y costos hacia las obreras y obreros. Son ellas quienes deben costear, disponer y mantener de un espacio y herramientas de trabajo.
Carmen se considera una costurera con mucha disciplina en sus horarios y comida. Trabaja todo el año, bueno, 364 días, porque el 10 de mayo, día de las madres en México, ese día no trabaja, se regala ese día y es el único día del año que no cose, no cocina, no limpia y no cuida. Sólo va a los festivales escolares de sus hijos, para eso trabaja, dice, para criar a sus hijos, para criarlos felices y hacerlos personas de bien. Para que sus hijos no tengan los zapatos rotos, ni el uniforme despintando. Trabaja de lunes a domingo, mes tras mes, quiere que su pequeño taller personal se convierta en un taller donde trabajen otras mujeres. Carmen cose día y noche en la sala de su casa. Sus hijos le bromeaban ¿dónde estás? Porque no la ven entre los montones de tela y de hilos y de retazos. Carlos Marx escribió que el trabajo es tan enajenante que el único momento en que los trabajadores vuelven a ser personas es cuando salen de la fábrica y vuelven a casa a realizar las actividades humanas, comer, reproducirse, amar, divertirse y realizar sus necesidades biológicas. Volver a casa es el único momento en que el trabajador es humano. ¿Qué pasa con esta posibilidad cuando la fábrica ha invadido por completo la casa? ¿Cuándo casa y fábrica son la misma cosa? ¿Qué estrategias inventan las mujeres maquiladoras para no perderse entre montones de tela, de hilos, de entregas pendientes? Carmen dice: “El domingo la única diferencia es que tengo mi botella de tequila a un lado del pedal, son las 8 de la noche y no sé cómo coso pero coso bien, es lo único que hace diferente mi diario a los días de descanso, tener la botella era una forma de hacer mi día más relajado”. Además de la botella de tequila junto al pedal los días domingo, Carmen pone música para sentir que “no es trabajo”, le gusta la clásica porque la relaja y las cumbias porque la despiertan.