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La olla, que es cóncava, como el refugio

Gabriel Gatti

Montevideo (Uruguay) y Bilbao, 16 de Octubre de 2022

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Una olla es un recipiente cóncavo, que recoge, y ancha, en el que cabe mucho. Caben, de entrada, distintas acepciones de olla, que es un tipo de vajilla pero que es también lo que resulta de ella, la comida, la que sea, que es olla, igual que la paella es el recipiente y el resultado. Y por metonimia, por una larga metonimia, define, en Uruguay al menos, una institución, la olla popular, que es algo que hace al comer cuando no hay, al conseguir qué meter y a hacerlo entre muchos, al lugar donde se hace, con otros. Y es allí un más allá de la olla, porque la olla, aunque cóncava, se abre y se hace red: red de ollastodo un tejido, no sé si fractal, pero no centrado, que combate contra la tendencia a la homogeneización, que en Uruguay es ley. 

En lo que vi en Uruguay en septiembre de 2022 vi que en efecto en la olla cabe mucho y muy variado: las cositas mezcladas que juntas hacen una comida (verduras variadas, de algunas muchas, de algunas pocas; y aunque carne no vi, pero a veces hay. Y luego se mezclaba con otras cosas, dando lugar a un guiso que adornaba un arroz que era generoso en el tamaño, y que aunque no era una paella daba comida para todos, por un rato, en ese lugar); las cosas que dejan que esas cositas se hagan comibles (la olla misma, la mera olla, el coso, que va recibiendo todo tipo de cositas que se comen, las cosas que cortan, las que sujetan el corte); y las cosazas (gente, los que cortan y los que comen, vecinos o no, gentes de carencias diversas que se juntan, algunas regularmente otras no tanto). Nada parecía muy estable y aunque ahora tendiese a serlo (porque las cositas faltan y las cosazas padecen duro), más que de desprolijo o desajustado daba la impresión —una corta, la del ratito que estuve— de solidaridad precaria: “armamos algo con lo que tenemos”. Pero por un rato todas esas cositas y esas cosas, y las cosazas también, convergen en algo… que pinta tiene de refugio, en ese sentido amplio con el que estamos trabajándolo, un refugio, que amparaba por un rato, que por un rato protegía, que cuidaba, que unía, a todo lo que contenía. O las tres cosas hacía, proteger, vincular, cuidar. Y no tiene otra, quizás, porque la olla es cóncava y ancha, sirve para recoger, no para expulsar. Y recoger, recoge de todo, ya dije: cachitos de comida de procedencias diversas, distintas según la olla; las gentes; los instrumentos. Toda una colaboración entre trozos que uno por uno no son pero juntos sí, algo. 

La olla recuerda a los comedores sociales como los de aquí desde donde escribo, porque en ellos se da de comer; pienso tanto en los comedores sociales que organiza la iglesia, a los que desde siempre acuden pobres, marginales, mendigos, como en las formas de gestionar las colas del hambre en la España de la actual crisis, desde los comedores sociales que organizan los ayuntamientos a los comedores que montan los organismos solidarios, en lugares como Madrid, por ejemplo. En la película En los márgenes hay un momento intenso de comida popular + asamblea + resistencia al desahucio. Eso digo; es un momento muy ViDes, muy refugio. Suenan todos parecido, es verdad: re dignifican, rehacen lo perdido. Pero huelen a hospicio y la olla à la uruguaya, no. Es refugio, pero es de otra manera que aquellos, porque no rehace ni redignifica, sino por la pluralidad de concavidades que propicia.