Home » Viñetas » Los refugios y sus (no) nombres

Los refugios y sus (no) nombres

María Martínez

Buenos Aires (Argentina), 12 de abril de 2023

Copyright

Estos meses he hecho algunas entrevistas en España con organizaciones que gestionan casas de acogida para víctimas de la trata con fines de explotación sexual, en un caso también de víctimas de violencia de género. Algunas de esas organizaciones, las religiosas Oblatas y Adoratrices, tienen “misiones” en otros puntos del mundo, incluyendo Argentina. Se me ocurrió hace unas semanas contactar con las primeras en Buenos Aires. La entrevista la hacemos en un espacio que tienen en la ciudad, en el barrio de Constitución, barrio de prostitución. El espacio, al contrario de lo que sucede en España, tiene un nombre. Se llama “Puertas abiertas recreando”. No es el único. En Buenos Aires tienen otro, se llama la “Casita Schönthal” en referencia al segundo apellido de la fundadora de la congregación: Antonia María de Oviedo y Schönthal. También veré en su web que la misma organización tiene también proyectos en Uruguay, allí tienen un refugio que se llama “CasAbierta”. Va de sí la reflexión sobre el nombre. Son nombres pensados para transmitir la acogida, también la hospitalidad, lugares abiertos a quien lo necesite (aunque esa necesidad esté limitada en este caso a mujeres/trans en situación de prostitución). Un refugio que se precie, ¿no? Son casas, sin serlo, porque allí no se pernocta. Lo son por la acogida que ofrecen, por permitir la entrada sin nada a cambio, aunque sea sólo por unas horas (en el que estuve, “Puertas abiertas recreando”, sólo abren de 15 a 19h). Allí se hacen talleres, se da formación y terapias, pero la casa está abierta para que “pasen simplemente a merendar cuando quieran un respiro”. Por eso se sitúan en los barrios donde habita la población que quieren acoger: el refugio es parte de su mundo de vida, no un espacio alejado de este.

En España, por el contrario, las casas de acogida que he conocido no tienen nombre. Nos referimos a ellas habitualmente como casas de acogida, pero ese no es su nombre oficial (creo que es “recurso habitacional”). Paradójicamente en España hay muchos proyectos de casas-casas, es decir, lugares donde las víctimas residen un tiempo. Ahora, no son abiertos per se, casi-casi lo contrario. Allí sólo acceden las víctimas así reconocidas (hay que tener el “carnet” de víctima de trata o violencia de género para entrar). Es más, suelen ser lugares ocultos (por seguridad, me dirán, de que el victimario no localice a su víctima), alejados, sin duda, del lugar donde se concentra la causa que llevó a las mujeres allí como los barrios de prostitución. En muchos no tienen permiso para invitar a familiares o amigos, entre otras muchas normas que parecen favorecer su cierre y no su apertura. Y son (casi) inaccesibles para, por ejemplo, investigadores; allí sólo van sus trabajadoras. Son casas porque allí residen algunas mujeres, pero son —quizás como todas las casas modernas ahora que lo pienso— cerradas, lugares privados, a los que no se entra. ¿Son, entonces, refugios? ¿Es una casa un refugio?