María Martínez
Madrid, 9 de marzo de 2022
Paso por allí 3 o 4 veces a la semana. Es donde cambio del metro al autobús que me acerca a la facultad. Voy siempre a la carrera, no me detengo. Pero hoy perdí el bus y tenía casi 15 minutos de espera. Bajé la mirada y vi unos bultos. Me acerqué. No era nueva la escena. La veo cotidianamente, es parte del paisaje de Madrid: bultos de mantas, bolsas de plástico, botellas, latas, restos de comida, mantas de plástico… En medio de ellas sobresale la cabeza de un perro y la de una persona, un bulto más. Forma parte del bulto. Bultos que le protegen del frío; su refugio.
Dos metros tras ese bulto, el intercambiador de Príncipe Pio. Antigua estación del norte que hoy conserva el cruce de metro, trenes de cercanías y un intercambiador de autocares de media distancia (provincia de Madrid y provincias colindantes del sur). Dentro, como no, un centro comercial. El refugio de clases bajas y bajas medias en días de lluvia, los menos en esta ciudad, o del ocio propio de nuestras sociedades de consumo.