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Mayo, mes de la memoria

Magdalena Caccia

Montevideo (Uruguay), Mayo de 2022

 

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Como todos los años, el mes de mayo en Uruguay es el “mes de la memoria”, en el cual se recuerda y se rinde homenaje a los detenidos desaparecidos en dictadura. Este año es especial, porque después de dos años de pandemia, vuelve la posibilidad de marchar el 20 de mayo, del encuentro y del abrazo, en silencio. Como cada año, comienza mayo y aparecen las margaritas colgando de los balcones, pegadas a los autos, asomándose a través de las ventanas. Las imágenes cobran un lugar especial, se convierten en emblema y complicidad.

Como cada año, ya sé cuáles de mis vecinos colgarán pancartas, nos reconocemos aún si haber hablado jamás del asunto. La consigna de este año reza: “¿Dónde están? La verdad sigue secuestrada: es responsabilidad del Estado”, y la invitación es, una vez más, a sembrar margaritas pidiendo verdad y justicia.

Hace pocos días, la televisión pública de la ciudad, gestionada por la Intendencia de evideo, lanzó unos videos llamados “Están todos”: son “microbiografías” de entre treinta segundos y un minuto de duración, que rescatan fragmentos, retazos de las historias de vida de los 197 detenidos desaparecidos. Todas las noches, a las 20.45 liberan algunos; también quedan subidos en las redes del canal, disponibles para verlos cuando y cuantas veces se quiera. Los videos buscan responder a las preguntas: “¿quiénes eran?, ¿cuántos años tenían?, ¿qué hacían?, ¿qué soñaban?, ¿cuándo desaparecieron?”. Los textos van acompañados por fotos (editadas y en color) y música de fondo que procura aportar datos del contexto de la(s) persona(s); por ejemplo, si bailaban tango, suena un tango de fondo. Los detalles son cotidianos, algunos anecdóticos, graciosos, apelan a la emotividad y a una identificación de quien mira el video con la persona desaparecida: “siempre bien vestido”, “hincha de Peñarol, no se perdía un partido”, “gran jugador de ping pong”, “siempre andaba con un libro bajo el brazo”, “le gustaban los Beatles”. Las microbiografías logran su cometido: atrapan, emocionan, dan ganas de verlas todos, incluso de verlas más de una vez, de detenerse en las fotos, en los gestos, en los datos. El número es importante, se repite, son 197 desaparecidos, “197 historias para decir: Están todos”, son más de 100 videos (no sé el número exacto, porque en algunos aparecen parejas, o hermanos), no sé cuántos vi ni cuántos me quedan por ver (todavía no salieron todos). Pero me quedo pensando en cómo se construye la memoria, en los relatos, en cómo contar y qué contar, en cómo cambiaron a lo largo de los años las maneras de contar las desapariciones, en cuánto influyó la pandemia en la necesidad de buscar otras formas de recordar. Y también pienso en otras desapariciones, más actuales, que me resultan menos “familiares” (el relato de “todos somos familiares” me atraviesa), pienso en cuánto sé de sus historias, si retengo sus rostros, si logro identificarme con algún relato de su cotidianeidad, si lograré estar alguna vez, noche tras noche durante un mes, pendiente de su efímera aparición en una pantalla.

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