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Muertos en la frontera

Carolina Kobelinsky

Online, 3 de Octubre de 2023

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Hace unos días Filippo, amigo y compañero de aventuras en Catania, me mandó una nota sobre la nueva posición de la alcaldesa de Mogán (Gran Canaria) sobre el tratamiento de los cuerpos sin vida de migrantes que llegan al muelle de Arguineguín: “Nosotros no vamos a asumir ningún enterramiento más porque lo debe pagar el Gobierno de España. Sí cedo mis nichos para que haya un enterramiento, pero no los gastos que ocasiona ese enterramiento, porque no son uno, ni dos, ni tres…” (ver noticia aquí).

Parece que dijo basta.

Parece también que muchos de sus electores quedaron contentos.

La ley española estipula que los ayuntamientos son quienes deben hacerse cargo del entierro de las personas que mueren en su territorio y no tienen recursos para pagarlo. Con lo cual, los municipios fronterizos —no sé nada de Mogán pero en general son ayuntamientos que no están entre los más ricos— deben costear los gastos relativos a la gestión (aunque sea mínima) de los cuerpos de migrantes que llegan sin vida a la costa (porque es allí donde se declara la muerte). 

Hace unos ocho, diez años, tuve algunas charlas con responsables de cementerios y de Socorros y Emergencias de la Cruz Roja de pequeñas ciudades del sur andaluz. Siempre aparecía el tema dinero. Hay quienes me contaron cómo en más de una oportunidad el tema llegaba a generar tensión entre ayuntamientos vecinos, que, por así decir, se tiraban la pelota. Todo para no pagar por estos muertos venidos de otra parte.

Es claramente un asunto económico. En algunos casos, hay además un olorcillo a xenofobia.

Esto es así en España, pero también en Italia, en Grecia.

No sé si es por la fecha de hoy o qué pero me estoy acordando de alguna excepción a la regla.

Un día como hoy, hace exactos diez años, se morían 366 personas en un naufragio cerca de la costa de Lampedusa. En esa ocasión el gobierno italiano decidió cubrir los gastos y poner en marcha un protocolo excepcional para la identificación de los cuerpos. El naufragio impulsó además el inicio de la operación Mare Nostrum, cuyo objetivo era salvar vidas en el Mediterráneo central.

Mare Nostrum duró poco y las identificaciones (por el momento) no han sido muchas, pero eso es otra historia.

Podría mencionar otras excepciones pero mejor evitar que la impresión de una lista haga pensar que son un montón. No lo son. Se trata más bien de casos puntuales, altamente mediatizados y/o cuyo número de víctimas resultó particularmente impactante. La mayor parte del tiempo, no hay tratamiento excepcional y cada comuna resuelve de algún modo. Con más o menos consideración. En un rato hay un acto de conmemoración en Lampedusa, como todos los años. Un acto que, como el tratamiento de los cuerpos muertos, también está atravesado por las tensiones entre los diferentes actores que se disputan, en este caso, la memoria de la tragedia. Eso también es otra historia.