Gabriel Gatti
Montevideo (Uruguay), 9 de Diciembre de 2023

En Uruguay, con los de ViDes, nos vamos al campo…
1. El campo. En mi recuerdo más que en mis notas esas dos jornadas previas a las jornadas (las de intemperie y NITEP) eran de visita al campo, quiero decir, de ir al terreno a ver campo en el sentido en el que Uruguay se entiende campo, que es siempre un campo ilustrado: parques, comunas, Punta Colorada en la playa, la plaza de Casavalle, con su cancha de fútbol encerrada entre cantegriles y narcotraficantes y desaparecidos 2.0 y colombianos diversos y los de este viernes sábado, en el Montevideo Rural y en Sauce, departamento de Canelones, que eran más campo pero no del todo aunque sí, campo eran, porque lo que interesaba ver allí era cosa de plantas (nativas), semillas (originarias), verduras (orgánicas)… y unas cuantas cosas más que se mezclaban en una ensalada, que era rara pues, ya se sabe, en la gastronomía de Uruguay las ensaladas no ocupan un lugar central.
2. La red. Llegamos a W. y a Tierra coloreada y a La comarca a través de una línea de conexiones que se abrió en Natalia, que siguió en su amiga María E., que vive en una de las que ella llamó “Polos de desarrollo comunitario”. Lo hizo, creo, con cierta ironía, pero no sé en cuál de las tres cosas la ponía, si en polo, desarrollo o comunidad. María E., como casi todos los demás que conocimos, es montevideana y en algún momento decidió irse al campo aunque siguen viviendo de cosas de ciudad y en la ciudad. Los motivos son los que nutren la ensalada uruguaya, caótica y previsible al tiempo: ingredientes variados, aunque siempre hay lechuga (comunidad) y cebolla (lo originario).
Nunca la vi pero repaso con interés los whatsapp tengo unos treinta, todos mensajes de audio. Con ellos me iba tirando para aquí o para allá. Cuando le dije que queríamos semillas, campo y regeneración, nos tiró hacia Tierra colorada [nombre ficticio], cuando plantas, nos alejó un poco, hacia El campito y La tierrita y La comarca [nombres reales]. Cuando le puse énfasis en comunidad, la red se abrió, hacia Rocha y el Camino rojo. Ahí la ensalada empezó a nutrirse de más cosas: temascales, religiosidad, la vieja comunidad del sur, desaparecidos, distintas manifestaciones de la mística y esta vez hasta extraterrestres… A eso no llegamos.
Como siempre que hago algo que creo que es campo en Uruguay, hay un momento que sin darme cuenta me veo como parte de la ensalada. Lourau estaría contento; a mí me desespera un poco. Esta vez, sin embargo, fue raro, distinto, porque iba con más observadores.
3. El suelo y los mitos y el refugio. La zona a la que nos remitió María E. está en El Sauce, a unos pocos 40 kms. de Montevideo por el norte, en el departamento de Canelones; hay allí varios de esos polos, comunidades rurales con nombre de referencias de vida… ideal… había escrito míticas pero creo que mejor es pop o kitsch, con Tolkien en el horizonte de referencias (“El campito”, “La comarca”, “La tierrita”) más que con Kropotkin o los fundadores de la nación. Míticas eran las de antes, las del Uruguay de los balnearios donde los abuelos de estos que ahora viven como Frodo Bolsom en La comarca tenían sus segundas residencias para el finde: Atlántida, Shangrilá, Marindia… Algunos de sus padres se fueron, en los setenta, a la Comunidad del sur. Jipis. Otros seguían en Shangrilá, o en Punta Colorada. Ya digo, el país jardín.
Y déjenme asociar: el otro día, viendo con Eli 1923, una precuela de Yellowstone, una serie que canta a los verdaderos orígenes de los USA y reivindica la socialidad “real” de vecinos y cowboys y sus comunidades autosostenidas, un personaje proponía una teoría del buen vivir que venía a decir que este se detiene cuando las comunidades crecen más allá de los 500. Como siempre, me sorprende la conexión entre Uruguay y los USA, la mucha conexión, los mismos mitos constitutivos, cómo imaginan los lugares de protección y felicidad. En ambos, la comunidad es la realización del hombre y la solución a la convivencia y el pretexto para la buena vida. En ambos, además, la tierra/el suelo es la fuente y esa tierra/suelo es tanto origen como resultado, quiero decir, se concibe como naturaleza intacta pero eso incluye el trabajo de cultivo y de cuidado y de cercado. El tercer paisaje de Clement confundido con el primero.
Aunque hay diferencias: todo en 1923 o en 1988 (la anterior, otra precuela) o en Yellowstone tiene un aire de “Homo homini lupus”: el rancho, los nuestros, la comunidad nos defiende de un exterior mortal, lleno de mal y de zombis. En Uruguay no. Aquí se cree en el hombre, qué se le va a hacer.
4. Tierra colorada. Llegamos allí porque María E. me dijo que W. estaba en el centro de varias “movidas colectivas ambientales, de preservación y regenerativas de personas y de plantas”. Prometedor. Y llegamos, por el mismo camino que el día anterior fuimos a Casavalle. Esto está algo más allá. No es ni lindo ni feo, algo abandonado, está en las últimas zonas de fábricas de Montevideo norte pero sin verse demasiado afectado por sus miserias, tampoco llegando a ser rural. Es un predio grande, alquilado, donde el que más tiempo ha estado es él, W., y otra gente ha pasado para iniciar algún proyecto. Ahora, además de W., hay una chica joven con su hijo, con una cierta historia detrás. Tienen un temascal algo estropeado, un par de WC de esos que regeneran lo que reciben en la tierra, remedo de algún sistema que toman de experiencias similares en otros lugares o de formas de hacer “originarias”, pero de otros lugares. Nos sentamos en círculo, él habla mucho. En mis notas tengo solo palabras sueltas: “muchos” (los whastapp que me mandó), “banco” (donde W. trabaja), “ensalada” (la de palabras que algo dicen: permacultura, neorurales, biodinámica, ecoaldeanos, origen, sintrópico, exopolítica…), “inacabado” (el conjunto del proyecto). Ensalada ya digo, que en un momento raro me incluye (PVP, Comunidad del sur), lo que, qué cosas, me excluye de la conversación y del campo.
Es todo muy experimental, en sus mejores y peores sentidos. Conecta con experiencias globales muy sólidas y con sus palabras clave (lo que lo hace muy reconocible) pero luego improvisa, lo que le da ternura. Todo es así, desde la conversación al paseo, reconocible y tierno.
¿Y refugio? A espuertas. ¿Y clave de re-? Hasta en la última garrapata. W. vive en tierras dañadas, en zona enferma producto del olvido y el abandono. La quiere regenerar con cosas que no necesariamente hubo allí, nativas, originarias, la mete en redes de semillas, aprende para cultivar esto o aquello, prueba y prueba y busca “transitar hacia el campo”. Se trata, dice, de frenar el colapso al que ha llegado la civilización, de re-nacer, como en el temascal.
5. Reverdeser. Tras pintoresco chivito en la plaza de El Sauce vamos a La comarca. No tengo notas. Nos recibe C. Otra cosa. Tiene una empresa en clave de re-, pero empresa, reverdeser, que vende a clientes fijos o en un par de ferias de Montevideo verdura cultivada con métodos orgánicos. Está en comunidad desde hace mucho, cuando decidieron dejar Montevideo para proveer a sus hijos (futuros entonces) vida verde, vida campo, vida buena. The village al palo, la peli de Night Shyamalan digo. No es mucho más que eso lo que dice aunque lo que le sacamos entre todos da a entender que el lugar tiene su aquel y que entre esos que él llama “profesional” hay maestras, profesores, ingenieros, biólogos y también chamanes, Camino rojo, y mucha lectura off mainstream. Todo un mundo que parece que crece hacia el este, por lo que deduzco de las muchas invitaciones que nos fueron llegando en cadena para días posteriores: a la bioregión del El Pinar, a la comunidad de la Quebrada del Yerbal en la Sierras de Rocha, al “espacio comunitario”, a tierra comunal, en Rocha, zonas de permacultura comunitaria (así le dijeron). No se dio. Entramos en Punta colorada y sus paisaje ex agreste, un agujero negro, nos absorbió.