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¿Refugios? institucionales

María Martínez

Buenos Aires (Argentina), 12 y 25 de abril de 2023

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Siguiendo el rastro de una organización católica que tiene casas de acogida para mujeres en situación de prostitución, Oblatas, descubro su sede en Buenos Aires. El contacto, recomendada desde España, es fácil. Me invitan el 12 de abril a conocer su proyecto. Están sitas en el borde del barrio de Constitución, uno de los lugares de ejercicio de la prostitución en Buenos Aires. La recepción es buena, de hecho, me invitan a merendar mientras charlamos de su proyecto; conozco a 7 trabajadoras de la organización, una de ellas religiosa, que participan en la merienda-conversación-entrevista. Su proyecto central se llama “Puertas abiertas recreando” y se articula en varios aspectos: un espacio (en el que me encuentro) donde se celebran talleres (de temas variados), se ofrecen servicios jurídicos y psicológicos, y desde donde se sale a hacer “trabajo de campo” para conocer a las prostitutas a quienes luego se les ofrecerán esos servicios y el uso del espacio. No es una casa de acogida pues no hay pernocta, pero insisten mucho en que es un espacio abierto —véase su nombre y mi reflexión sobre ello en esta cata— para que las prostitutas lo usen a su antojo.

Me vuelven a invitar días más tarde, el 25 de abril, para un taller que van a hacer con prostitutas. Me sumo por la oportunidad de ver este espacio abierto en acción. El taller empieza a las 14h. Justo cuando llego a la puerta del lugar me cruzo con una de las trabajadoras a las que conocí hace unos días. Abre la puerta, entro tras ella y me pide que cierre bien tras de mí. En la sala ya están la directora del proyecto, la trabajadora social que dará la charla, otra monja de la congregación y varias mujeres (primero 2, llegarán a ser 4) que son las destinatarias del taller, las prostitutas. Nos sentamos y empieza la actividad que es un taller sobre infecciones de transmisión sexual. Es un curso muy estándar, con una voz autorizada —la de quien lo imparte que en esta ocasión es la trabajadora social de la entidad, en otras han sido expertos/as externos— y un público. Insisten en que los temas se marcan por los intereses de las mujeres, pero ellas sólo intervienen cuando la autoridad se lo permite (repetirá varias veces: las preguntas al final). Es una escuela también de ciudadanía pues insistirá varias veces en los derechos que tienen (de preservativos gratuitos, de revisiones ginecológicas, de profilaxis de emergencia, etc.) y que han de reclamar. Institucionalidad y asistencialismo y, por tanto, norma, es lo que me remite el taller. Los refugios institucionales no pueden quizás ser otra cosa.

En el transcurso del taller alguna mujer llega tarde y otras se marchan antes de tiempo. Cada vez que esto sucede, la directora del espacio (u otra trabajadora) se acerca a abrir y cerrar la puerta del lugar que siempre permanece cerrada con llave. Pienso que es una cortesía, pero hay cierta obsesión en el control de la puerta. ¿Puede ser un lugar verdaderamente abierto y, por ello, un espacio que quiera y pueda hacer uso la población a la que se dirige y que reside en el barrio, con ese control exhaustivo de la puerta y su cierre/apertura?