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Siluetas protegiendo a descontados en Montevideo

Gabriel Gatti

Montevideo (Uruguay), Abril de 2022

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Un amigo, Marcelo Rossal, me escribe desde Montevideo, entusiasmado como él suele estar cuando descubre algo. Recorre en coche Avenida Italia, una de las arterias de entrada y salida más importantes de la ciudad, de esas que estas ciudades en damero, quiero decir, racionales de las de ingenierías para la felicidad humana, siempre tienen, dibujando un eje (este – oeste en este caso), asegurando rapideces, delimitando espacios de seguridad (los barrios), demarcando zonas (Montevideo sur, Montevideo norte, más pobre el segundo, mucho más, playero y más burgués el otro). Avenida Italia divide y también se habita, concentrando viejos templos (el Estadio Centenario, el Hospital de Clínicas) y algunos nuevos (Zonamérica, algún mall). Como la ciudad crece alocada, la Avenida ha visto cómo sus funciones son sobrepasadas; pero de vez en cuando algún gestor / ingeniero recupera para ellas sus bríos fundacionales y piensa en nuevas bellezas funcionales: tranvía de este a oeste, ciclovía. Lo primero nunca se ha hecho, lo segundo sí, en su cantero central arbolado.

Marcelo vio al pasar lo que sigue. Eran muchas siluetas, de esas que se usaron para señalar la presencia de los ausentes, los desaparecidos. Su WhatsApp dice así:

Buen día Gabriel! vi esa escena por av Italia y te mandé. Es bastante impactante. Hay más siluetas, parece referir a la gente que está en la calle, pero voy a averiguar bienNo es raro que en Uruguay se usen; es más, se usan en cualquier lado donde se quiera denunciar una desaparición. Cuando se empezó a recurrir a esto, que fue en Argentina, la idea adoptó un nombre (siluetazo) y con el tiempo se convirtió en parte del kit estético-político de la desaparición. Lo he visto, personalmente, en España, en México, en Albania. En cualquier lado donde se diga que hay desaparición. Lo que le sorprendía a Marcelo en su mensaje era cómo ese repertorio estético parecía estar asociándose ahora a las figuras que duermen en el andén central de Avenida Italia, que se protegían bajo sus árboles, para, sobrevisibilizándose, hacerse invisibles. Suena, ¿no? Como en Bilbao, en Madrid, en París o en Monterrey, esos agujeritos mugrientos de la ciudad que cobijan. Son invisibles aun estando en el centro mismo de la villa, al alcance directo de cualquier mirada, pero no se perciben.

Nadie los ve donde más cosas se ven en la ciudad, y ahí encuentran su refugio. No sabe Marcelo si es que para hacerlos visibles alguien colocó esas siluetas, propias de viejos desaparecidos, sobre ellos. No sé. Podría ser casual, que una reivindicación vistosa, que denunciaba una modalidad de desaparición terminase por servir para hacer pensable otra, que le prestase su nombre y su figura. Podría ser, en efecto, que la figura acompañase a ese significante y que allá donde vaya hiciese pensar en lo mismo, siendo muy variado lo que puede evocar. No sé, ya digo. No quiero pensar ahora en cómo circula la vieja categoría “desaparición” hecha ya móvil inmutable, sino en cómo otorga refugio: sirve para contar a estos descontados, en la brutal desprotección que evoca, protege.