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Terra mítica

Iñaki Rubio y David Casado-Neira

Benidorm, Mayo de 2023

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Cuando nos acercamos por la carretera a la entrada de Terra Mítica lo primero que vemos a la derecha es un hotel y a la izquierda una vista sobre Benidorm. Es un día de lluvia atípica para las fechas, y las instalaciones aún no han abierto al público. En el parking hay otro coche, una mujer sentada dentro telefonea. Esperábamos acceder a los parkings del interior, pero estando fuera de temporada solo se permite el acceso al perímetro exterior. No hay mucho que ver desde aquí. La verja cierra todo el recinto y los accesos a las instalaciones están despoblados. Los carriles para bicicleta, esa especie de avenida de entrada con cuatro carriles para coches, las aceras, sus glorietas con sus monumentos a La Razón, La Gravedad, Agua, Aire, Tierra, Fuego, de homenaje a Raphael, sus Avenidas Alcalde Eduardo Zaplana Hernádez-Soro y Juan Pablo II, los árboles y los bancos. Aparecen de la nada, y acaban en la nada. Detrás Terra Mítica, con el monte tallado a sus espaldas, entonces, el barranco de la Tapia, el campo de golf Meliá Villaitana, y hacia el mar la tierra prometida del mediterráneo: las torres de apartamentos. El icono del desarrollismo turístico de la costa. El único lugar que parece tener sentido es el propio parking, como lugar de descanso, como explanada para hacer trompos, como mirador, como picadero.

El que fuera llamado a ser el pinar más grande del mediterráneo ahora luce como uno de los últimos coletazos del llamado cerillazo. Previo a la última Ley de Montes, era cosa común la quema de espacios naturales protegidos buscando su desclasificación (pues ya nada de lo que sostenía la protección existe), para luego erguir este tipo de infraestructuras relacionadas directamente con el turismo de sol y playa. En un socavón de la montaña este parque de atracciones hace surcar atracciones de caída al vacío, montañas rusas, norias y tiovivos que dan lugar y representación temática a distintas culturas antiguas del Mare nostrum.

Dejando el coche y acercándonos al perímetro, descubrimos un acceso lateral que nos lleva a la parte trasera del complejo. En la retaguardia, pasamos de las palmeras y las jardineras que envuelven carreteras y rotondas a un decorado típico del género western, con arena suelta (ahora compactada por las lluvias), cicatrices de torrentera y una vegetación pobre y desperdigada. Una valla marca el perímetro y a pocos metros un portalón metálico cierra el paso a través de la estrecha pista asfaltada. Antes vemos aún restos de zonas quemadas en el interior de la valla, más que del incendio original parece que han tratado el perímetro con herbicida, pero también aún se descubren restos de arbustos quemados. Saltamos al interior y el paisaje es el mismo, nuestra valentía dura poco, oímos un coche y agazapados volvemos a abandonar el recinto.

A la salida vemos EL CARTEL, tirado en el suelo, quemado: “TERRA MÍTICA. Está usted en una propiedad privada. Queda prohibido el acceso a todo personal no autorizado”. El cartel está partido por la mitad, como si hubiese sido arrancado de la verja. Parece que estaba sujeto al portalón metálico que acabamos de saltar. Es todo tan evidente, tan casualmente evidente, que resulta irónicamente obsceno. Aquí es la única basura que se encuentra tirada por el suelo.

En la prensa leemos que Terra Mítica sigue siendo un negocio de pérdidas, entre el floreciente Benidorm y esto, el parking es lo único que parece tener un uso continuado y con sentido en este paisaje de abandono intermitente. Poco atractivo respecto a sus congéneres en Catalunya y Madrid, con un vecindario nutrido en parques acuáticos, solo se sostuvo a golpe de promoción y dinero público sino sobre la quiebra de antiguas cajas de ahorro como la Caja de Ahorros del Mediterráneo y Bancaja.