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Walden. La vida en los bosques, de Henry David Thoreau

David Casado-Neira

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Como buen misántropo Henry David Thoreau escapa de la civilización y instala en una cabaña en el bosque. Y desde allí se ocupa de criticar la vida de sus contemporáneos y vecinos.

No es un eremita que busca el aislamiento de la civilización, es el ejercicio de quien se aparta (apenas un quilómetro de su lugar natal, Concord). Y no reniega de la compañía humana, ahí en donde se instala son terrenos en la propiedad de su mentor, va con cierta frecuencia a Concord, recibe visitas y va de visita. Lleva a cabo un elogio de la vida en la naturaleza (protoanticapitalista) que más me recuerda al Emilio de Rousseau en sus contradicciones sobre las relaciones humanas y su vida huraña. Walden es un refugio en el que puede llevar a cabo un experimento de vida alternativa de la época, un lugar de observación del mundo, posible por esa distancia buscada. Como se indica en una de sus ediciones: “Rather than love, than money, than fame, give me truth”. En ese sentido, entiendo la obra más como un tratado de crítica social, que de utopía posible en la que el vínculo social se reduce al mínimo imprescindible, la relación es del individuo lejos de la corresponsabilización y el lazo mutuo. Eso lo consigue se simboliza en la cabaña. Aunque creo que esta última idea es la que se ha asociado más con Thoureau, y que se ha tomado como modelo desde el terrorista Unabomber, hasta Into the Wild (la biografía de Jon Krakauer sobre Christopher McCandless y llevada al cine por Sean Pean), hasta el Captain Fantastic de la película de Matt Ross, con Viggo Mortensen en el papel de un padre cuyo santo patrón es Noam Chomsky).

Todo muy del mito originario estadounidense. Y, precisamente, por ello no deja de ser una lectura de cabecera para entender muchas de las claves de la crítica al Antropoceno, los Fridays for Future, l a literatura beat (de mi apreciado Jack Kerouac), y las Tiny Houses. Si no todas beben de Thoureau, sí él ya había dicho muchas de esas cosas antes.

Además de su carácter de clásico imprescindible (y petardo), Walden es el origen de muchas representaciones modernas del refugio: la cabaña en el bosque. El bosque como lugar de vuelta a lo primigenio, diferenciado de la sociedad de los humanos, que define un espacio protector en tanto que no es hoyado por los humanos (con excepción del eremita). Quien se refugia en el bosque altera el ecosistema previo y, de alguna forma, destruye lo que allí había. Quien busca protección también destruye. Así Thoureau se construye su cabaña con sus propias manos con los árboles vecinos. Nos la describe primitiva, pero cabaña al cabo. La cabaña solamente tiene sentido en el bosque, en una población sería una casa más. Es un techo y paredes que protegen de lo que protege: el bosque. En esa contradicción existe, es una cajita en un medio que no deja de ser hostil y su fuerza iconográfica considero que proviene de esta tensión: como la cabaña de los tres cerditos.

Este texto lo acompañan la portada de la primera edición de Walden y tres otras portadas a modo de ejemplo.