María Martínez
Contar en las fronteras sería el título que le daría a esta nota si tuviera que poner uno. Es lo que me vino a la cabeza cuando leí la entrevista en Píkara con Estibaliz Urresola (aquí), directora de la película “20.000 especies de abejas” que acaba de conseguir la actriz protagonista el Oso de Plata a la mejor interpretación; es la persona más joven de la historia del concurso.
No puedo decir nada de la película porque aún no se ha estrenado al público; lo hace en abril. Tengo ganas de verla por el tema —transexualidad—, y lo que leo en la entrevista que Píkara hace a la directora me da otros motivos para ello. Es corta, pero apunta a dos lugares muy propios del proyecto y que queremos trabajar en este año, especialmente en estas notitas de productos culturales: pensar cómo contar cosas difíciles de contar.
La cosa por contar en la película es la transexualidad de su protagonista, una niña de menos de 10 años, Lucía. O, como dice su directora en la entrevista, es una “historia sobre la transición, pero, (…), no de la niña, sino de la mirada de quienes la rodean”. Contar eso —la transición trans de la niña y de su familia al tiempo— requiere pararse a pensar en la estructura narrativa cuando la transición aún no se ha producido sino que está teniendo lugar. Para ello —e intento hacer lo que Daniela Rea nos anima a prestar atención— la directora usa algunos truquitos narrativos. Sitúa el desarrollo de la película en la casa de la familia materna justo en la frontera entre el País Vasco francés y español. Digo que me parece un truquito narrativo porque la transición de Lucía también la mantiene a ella en un estado fronterizo entre lo masculino y lo femenino y, con ella, a su familia que también tiene que lidiar con ese estado de la transexualidad que rompe dicotómicas certezas por estados inciertos.
En la entrevista habla también del título y su mención a las abejas. Más allá de que la familia sea apicultura de tradición, hay en ese recurso otro “truquito narrativo” que apunta a la diversidad que es la de la niña trans y que lo es de las abejas —dice la directora que son “las garantes de la biodiversidad”—. Más allá de esta coincidencia, la directora investigó sobre las abejas. Leyó que la abeja es animal sagrado en muchas culturas (País Vasco, Egipto, Asia, Galicia, Reino Unido…). En este último país, no es el único, hay que informar a las abejas “de todo cuanto ocurre en la familia”. Entonces, que Lucía pase el verano con su madre, sus hermanos y la familia materna en la frontera del país vasco francés y español rodeada de abejas obliga a la directora a narrar la transición de Lucía (a las abejas, a su familia y al futuro público). Es el truquito para narrar cosas de frontera como la transexualidad.