Catania

Carolina Kobelinsky

Catania (Sicilia), 25 de enero de 2023

En una charla sobre las huellas que deja la experiencia de atravesar fronteras para llegar a Europa cuando no se tienen las autorizaciones requeridas por los diferentes estados, mi interlocutora, una señora ya mayor pero ciertamente dinámica, voluntaria de un centro de asistencia a migrantes desde hace más de veinte años, se detiene en un recuerdo.

Fue hace un tiempo ya, me cuenta. Una mujer de Somalia, muy joven, que llegó sola y que casi no hablaba. Venía a menudo al centro [probablemente en busca de ayuda alguna forma de regularizar su situación administrativa]. Siempre estaba con su cappotto (tapado). Era un cappotto largo, pesado, oscuro. Siempre lo llevaba cerrado y andaba con los brazos cruzados a la altura de la cintura (me muestra la postura con los suyos). Siempre, siempre con el cappotto. Y casi no hablaba y cuando lo hacía era en voz muy baja. Muchas veces le dije, sácatelo que hace muy calor, te va a hacer mal. En verano también lo llevaba puesto. Siempre. Y acá hace mucho calor en verano, eh. Pero bueno, en un momento entendí, entendimos, que había sufrido todo tipo de violencias en su país y durante el viaje, de las más horrorosas e inimaginables. El cappotto era su separación con el mundo, era su escudo… lo que le daba de algún modo la posibilidad de seguir viviendo.