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El chico que nunca existió, de Sjón

David Casado-Neira

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No deja de ser una historia muchas veces contada, y de alguna manera el argumento ya poco tiene que ofrecer: un chico se dedica a la prostitución masculina en la estrecha Reikiavik en los primeros años del siglo XX. El paisaje es otro, los personajes y la historia familiares, casi arquetípicos. Chico huérfano y desamparado orbita entre mamadas y la vivienda que comparte con una tía abuela. Mucho viento y sexo oral.

Como es habitual en Sjón se produce una extraña mezcla de una escritura entre ruda y naif. Unas historias que se van desgranando, y, cada vez, haciendo más intensas hasta el vuelco final. Aquí se mezcla la incursión de la gripe española en la isla, una pequeña parábola de la “Peste» de Albert Camus. Un relato de vidas al borde de un abismo en un lugar, ya de por sí, en el que es difícil imaginarse una vida humana. Allí en donde el único mamífero autóctono es el zorro ártico (que también da nombre a otra novela de Sjón, esta con una historia más original y provocadora que el semen).

En el último capítulo se desentraña gran parte del sentido de la novela, de su construcción tramposa y de su sentido. Las circunstancias son verdaderas, algunos personajes también, pero aquí se deshila un relato en el que lo ficticio da pie a lo histórico. En la manera en la que se gesta una biografía de ficción que es reflejo de otra real. Ambas están unidas por un encuentro fortuito, por un delgado lazo, anecdótico, no percibido por sus protagonistas, que aúnan las dos historias, la de ficción y la de carne y hueso.

Se mezclan fotografías y fotogramas de películas, noticias de prensa y proclamas, en la justa medida para mostrarnos la sociedad islandesa del momento a través de un trampantojo. Una historia desplazada en el tiempo, construida sobre un pasado lejano, cuando de lo que se habla es de un pasado reciente, como si se sostuviese sobre una doblez espacio-temporal. La biografía del tío del autor recreada en el tiempo de sus abuelos. Todo para presentar una trama verídica y veraz, aparentemente simple en su linealidad y perversa en su desarrollo.

Esa forma de articular la historia, que a la vez que nos hace repensar toda la historia previa, le da un nuevo poder. Ya el título lo deja bien claro y ahora es una advertencia: El chico que nunca existió, pero que trae la memoria de un tiempo real en el que las vidas humanas son, y se nos muestran, sacudidas por fuerzas que nos hacen pensar en viejos relatos mitológicos y sagas heroicas. La vida como capricho, y no como plan. Un ejemplo de escritura del despiece en la que la catástrofe es un continuo ruido de fondo.