O cuando (des)cuidar y (des)vincular se encuentran
Diálogo virtual entre María Teresa Martín Palomo y Magdalena Caccia
Desde los grupos que trabajan en las dimensiones (des)cuidar y (des)vincular de ViDes, respondiendo a una consigna central del proyecto, indagar en maneras de contar que escapen a las modalidades más usuales en las ciencias sociales, nos pareció sugerente realizar esta entrada a modo de diálogo virtual. De esta manera, mediante un intercambio de correos donde cada una desarrollaba aquello que el encuentro entre (des)cuidar y (des)vincular le sugería, fuimos ideando estas notas, a partir de reflexiones individuales y de lo que nos iba despertando el diálogo. Esta conversación para pensar el cuidado como relación y la relación como cuidado pretende provocar algunas reflexiones sobre aquello a lo que queremos prestar atención en el trabajo de campo.
Maite – 24/10/2022
Lo más central del cuidado, lo que más profundamente lo define es estar atento, estar pendiente… Siendo un proceso complejo, tal como señala Joan Tronto, el movimiento se pone en marcha al “estar pendiente”, es decir que implica estar pendiente. Es, por tanto, relacional, no es posible sin vínculo el cuidado. El cuidado es vínculo, el cuidado crea la relación.

Se trate de vínculo con otras personas, con animales o plantas, con objetos y sistemas de objetos…De hecho, en ocasiones, en muchas ocasiones, el objeto se convierte en la relación, sustantivada, cargado de afectos y emociones que permiten dar materialidad al vínculo. Tal vez por esta razón, de un modo u otro somos tan apegados a nuestros juguetes (ya sabemos cuánto ha teorizado el psicoanálisis sobre estos objetos transicionales, pero no iremos por ahí), a los objetos que nos dan refugio. Pensaba en el libro de Judith Kerr, Cuando Hitler robó el conejo rosa (1973), en base al cual también se hizo una película.
También con animales y plantas ese vínculo que con el cuidado crea mundo y vida común.
Estas son las primeras pinceladas para pensar el desvincular….
Magdalena – 26/10/2022
Al pensar el vínculo entre cuidar y vincular desde una óptica ViDes, hay nuevas cuestiones que entran en consideración y sobre las que es necesario prestar atención. En primer lugar, pensar los vínculos entre humanos y animales, o incluso lugares y objetos, como lo plantea Maite, se vuelve fundamental. Los cuidados demandan una nueva interpretación. Ya el objetivo no pasa únicamente por develar relaciones de poder, sino que se trata de descubrir qué formas de vínculo pueden tener lugar a partir de diferentes prácticas de cuidado.
Por otra parte, se proclama que los cuidados son imprescindibles para “sostener la vida”, ante lo que también cabe preguntarse, ¿cómo pensar los cuidados en aquellos espacios donde la idea de vida necesita ser reinterpretada, redefinida, reinventada?
Echando mano de los conceptos que ya hemos trabajado, como la idea de relatedness de Carsten, que hace referencia a formas de vincularse que no son necesariamente a través de la sangre, ¿qué (nuevos) vínculos crea el cuidado cuando se da en situaciones de refugio?
Si el cuidado implica vincularse, es creador de vínculos, ¿quiénes cuidan en entornos donde no hay institucionalidad? ¿Cómo lo hacen?, ¿qué vínculos generan? ¿Cuáles son los cuidados mínimos y quiénes los brindan? ¿Podríamos pensar que la figura de quien cuida y quien es cuidado se desdibuja en pos de nuevas formas colectivas u horizontales?
Maite – 5/11/2022
Retengo la idea de que la vida no se hace sola, que es una tarea de Mol, y esto independientemente de dónde esa vida “lata” (más o menos institucionalizado). Sí, el cuidado es activo, es un hacer (Mol 2002), un hacer CON añadiría (objetos, cuerpos, espacios, infraestructuras, animales, plantas…).
Por otro lado, sí, insisto en que el cuidado es relacional (se da en, y crea, relaciones, mediante un conjunto de prácticas materiales, emociones, afectos, responsabilidades (Martín Palomo, 2008); también relaciones de poder y de violencia (Nakano Glenn 2009). En este sentido es generativo de relaciones, de vínculos y de vida. ¿Hay cuidado sin relación? Podríamos pensar que aunque se trate de efímeros vínculos, allí dónde hay cuidado hay relación, y cuidado y relación generan, mantienen… vida; incluso acompañan el camino a la no vida, a la desaparición de la vida en los cuerpos. Pero también es ambivalente (no siempre quienes están implicados tienen la misma capacidad de definir qué es lo más adecuado o mejor; aquí tocamos aspectos que tienen relación con la responsividad, es decir quién y cómo tiene capacidad de decidir si es un buen cuidado, si mejor esto o mejor lo otro: si quiero que me dejes morir aquí y descanso o que me des agua y me mantengas con vida; es decir, moral y poder) y contextual (incluso en un mismo contexto, no tiene el mismo significado para todos los agentes, humanos y no humanos, implicados); y cambia con el tiempo. Por ello, el cuidado es creativo, tiene que adaptarse a cada situación concreta, a los espacios, entornos, seres, objetos a los que se acerca, en cualquier refugio puede generar vida, puede mantener y reparar la vida (términos trontianos), también renovarla añado, y para eso tiene que estar atento, salir de uno mismo y mirar/escuchar/ver/sentir al otro/los otros… es generador o continuador de vínculos; y también si hay violencia y descuido, puede destruirlos.
Magdalena – 6/11/2022
Para pensar el cuidado en términos de descuido, se vuelve necesario trascender algunos supuestos. Autoras como Carol Thomas (1993) afirman que las definiciones amplias de cuidados, en las que parece no quedar nada por fuera, invisibilizan el componente afectivo y relacional de los cuidados. Y si pensamos el cuidado como relación, la crítica es más que pertinente; sin embargo, ¿qué sucede con el afecto? Maite hablaba de las relaciones de poder y traía la atención sobre quiénes tienen la capacidad para decidir sobre las vidas de otros y otras en situaciones de vulneración extremas. ¿Podemos pensar que estas decisiones están basadas en el afecto? Volviendo a Tronto (1993) y su idea de que para que el cuidado ocurra es necesario interesarse por una situación, prestarle atención, ¿cómo pensar las prácticas de cuidados y las relaciones que de ellas derivan en contextos donde pareciera no haber nadie “prestando atención”? En la línea de definir al cuidado como una relación social, ¿cómo pensamos el lugar de los afectos y el poder, presentes en todo vínculo, en las situaciones sobre las que nos interesa “contar”, en el sentido de “hacerse cargo”?
Maite – 06/11/2022
Hace seis años escribí un libro que llevaba por título Cuidados, Vulnerabilidad e interdependencias (2016). Mi trabajo en torno a los cuidados durante un par de décadas se ha centrado en dar un giro y pensar los cuidados a partir de la vulnerabilidad y la interdependencia que nos constituye. Es decir, en tanto que somos vulnerables necesitamos cuidados. El cuidado crea relaciones y las mantiene. Hay un texto de Pascale Moliner, una etnografía moral, en la que la autora sigue la pista al sufrimiento que tiene una cuidadora de su padre con la que mantiene largas conversaciones sobre los motivos para haber abandonado su anterior empleo. Este sufrimiento se debe a que trabajó durante años en un centro de cuidados paliativos y en que en más de una ocasión tuvo que inyectar una sustancia que ayudaba a la persona sufriente a ir dejando poco a poco la vida, una sedación fuerte de la que ya no iban a despertar. Pero el sufrimiento que esta cuidadora tenía no se debía a haber acelerado un proceso que de todas formas iba a desencadenar en la muerte, su sufrimiento se debía a romper el vínculo, a cortar el vínculo que unía a esta persona con sus seres queridos, con su mundo, dirá Molinier “ella encuentra su coherencia en el cuadro de una ética de la vulnerabilidad y de los vínculos” (Molinier, 2022: 172). Por tanto, considero que estos vínculos implican responsabilidad por mantener, o contribuir a disolver un mundo (cuando ya no es posible la vida), lleno de vínculos y afectos. No quiere decir que los afectos sean puros y no estén mediados por relaciones de desigualdad y de poder, simplemente que el cuidado tiene lugar en relaciones que están atravesadas por afectos, por la materialidad de los cuerpos (y las emociones que movilizan, a veces, miedo, asco, otras veces tristeza…, o una mezcla de todas ellas). Si no hay atención, difícilmente puede haber cuidado; no creo que sólo puedan ser humanos quienes estén ahí pendientes, a veces un perro o un colibrí pueden ser suficiente para continuar la vida.
Magdalena – 8/11/2022
A modo de darle un cierre a este diálogo, e inspirada en los aportes de María Martínez e Iñaki Rubio, quiero detenerme sobre una cuestión que ha llamado mi atención. Tal como señaló María oportunamente, hemos estado pensando en el cuidado como relación, antes que en la relación como cuidado. Aventurando explicaciones, podríamos pensar que tanto a Maite como a mí nos resultó más sencillo pensar que el cuidado es lo que genera relación, porque partimos desde lecturas vinculadas al mundo de los cuidados, que vienen pensando justamente la naturaleza de las relaciones que los cuidados generan. Por lo tanto, ¿qué nos está faltando para poder pensar la relación como cuidado? Iñaki nos hacía notar que le resultaba complejo pensar el cuidado sin una relación preexistente, ya fuera mediada por el afecto o no; es esta relación la que permite que exista el cuidado, o dicho en otras palabras, sin relación no hay cuidado. Ahora bien, entiendo que esta afirmación, que comparto plenamente, es diferente a pensar toda relación como cuidado, es decir, es evidente que para que existan cuidados debe existir una relación, es un paso previo necesario, aun cuando sea de tipo laboral (para salirnos de la idea de afecto). Pero, ¿esto se traduce en que toda relación genera algún tipo de cuidados? Si pensamos en términos ViDes, poniendo al descuido en el centro, ¿qué tipo de relación es la que lo habilita o lo genera?, o incluso, como se preguntaba María, ¿puede ser el mismo descuido una forma de relación?
Maite – 9/11/2022
Creo que no toda relación genera cuidados. Pero sí genera la posibilidad para que se den los cuidados. Pues efectivamente, tiene que haber un algo que vincule para que la atención se produzca. En la entrada descuidar precisamente planteo que sí puede darse un descuido que sea una forma de relación, como cuando dejamos que una criatura se caiga mientras aprende a caminar.
Referencias
Martín Palomo, M. T. (2008). «Domesticar» el trabajo: una reflexión a partir de los cuidados. Cuadernos de Relaciones Laborales, 26(2), 13-44.
Martín Palomo, M. T. (2016). Cuidado, vulnerabilidad e interdependencias. Nuevos retos políticos. Madrid: CEPC.
Mol, A. (2002). The Body Multiple: Ontology in Medical Practice. (Science and cultural theory). Durham: Duke University Press.
Molinier, P. (2022). Habiter le soin. Une vulnérabilité vulnerabilisante. En V. Nurock y M-H. Parizeau (Eds.), Le care au coeur de la pandémie (pp.161-175). Quebec : Preses de l’Université de Laval.
Nakano Glenn, E. (2009). Le travail forcé: citoyenneté, obligation statutaire et assignation des femmes au care. En P. Molinier, S. Laugier y P. Paperman (Dir.), Qu’est-ce que le care? (pp. 115-131). Paris: Payot.
Thomas, C. (1993). De-constructing Concepts of Care. Sociology, 27(4), 649-669. Tronto, J. (1993). Moral boundaries. A political argument for an ethic of care. Nueva York: Routledge.