Gordimer
Home » Dando cuenta » El mejor safari, de Nadine Gordimer

El mejor safari, de Nadine Gordimer

Elixabete Imaz

Copyright

Se trata de un cuento corto contado desde la perspectiva de una niña que cuenta la guerra en Mozambique, la huida del poblado a través de un parque natural, el “Parque Kruger”, y cómo se instalan en un campamento para refugiados.

Aparte de que es un cuento conmovedor, que cuenta de forma muy sencilla y directa el haberlo perdido todo, el hambre y el desamparo total, creo que es interesante por el contraste que muestra entre el Parque Kruger “el país de los animales” como lo llama la niña, y el propio campamento de refugiados “la gran carpa blanca”.

Los animales que viven en el parque existían antes también en los alrededores del poblado de la niña, tal y como le han contado sus abuelos y padres, pero ya no hay porque los habían comido o matado para comerciar.  Cuando la niña, sus 2 hermanos y los abuelos salen del poblado, de un lugar en el que no queda nada, se juntan en su camino con otros grupos de personas en éxodo a un lugar que la niña no conoce. El parque Kruger, que deben atravesar, está lleno de animales con los que conviven en su tránsito. En el parque son furtivos, que deben pasar desapercibidos a los guardas, a los trabajadores del parque, a los blancos que van a ver los animales. Están en un sitio de abundancia, pero pasan hambre. Los animales son protegidos para ser visitados por los blancos que también pueden estar en el parque. Sin embargo, ellos no pueden transitar por él. En el parque están obligados, de alguna manera, a convertirse ellos mismos en animales, a dormir como ellos, a comer como ellos, a aceptar e integrarse en orden de los animales y siendo ellos mismos manada (protegiéndose de los leones; apartando y dejando pasar a los grandes elefantes, husmeando como las hienas las comidas de los campamentos sin atreverse a acercarse, esperando en las charcas a que otros animales beban para después beber ellos). Como en una manada, estar juntos les protege, la protección mutua es la única garantía de protección de cada uno. En un momento el abuelo que siente retortijones por comer unas bayas que no conocen se aparta del grupo, se pierde en la maleza. Lo buscan durante horas, pero no lo encuentran, no vuelve, como no volvió su madre del mercado, como no volvió su padre de la guerra.  El grupo decide seguir su camino y la abuela  desiste de buscar más a su marido, siguen con el grupo.

 Cuando llegan al campamento de refugiados, descrito como una gran carpa blanca, comienzan también los elementos de registro de los recién llegados. El registro que pueden hacer gracias a que la abuela sabe escribir, les procurará comida, salud y educación. Aparecen aquí de nuevo los blancos, como gente que hace preguntas para hacer una película. También aparecen las monjas como proveedoras de comida y salud. La carpa gigante, es dividida por las familias en parcelas por medio de cartones y chapas, que hacen de límites de habitaciones o espacios privados similares a hogares. Entre estos espacios surgen caminitos por los que transitan las personas y que sirven a su vez de desagües del agua de lluvia, son como pequeñas calles de una ciudad interior a la gran carpa. En la precariedad de la vida del campamento comienza a formarse algo parecido a la vida social: cercos, pequeñas huertas, servicios que se compran y venden y que les aportan pequeñas cantidades de dinero con las que pueden comprar. La educación de los niños (ir a la escuela) introduce horarios y calendario en una vida que no se rige más que por los repartos de comida mensuales y las visitas a los servicios de salud. El cuento acaba cuando llevan en el campamento más de dos años, sin visos de que nada vaya a cambiar, sin ningún lugar a donde volver desde la perspectiva de la abuela; y la fantasía de regresar y reencontrar a todos los que se han perdido por parte de la niña.