Festival de cine de Colombia migrante
Home » Dando cuenta » Errantes en la frontera colombo-venezola, víctimas de ningún lugar

Errantes en la frontera colombo-venezola, víctimas de ningún lugar

Mariana Norandi

Copyright

Del 24 de septiembre al 1 de Octubre se celebró el Festival de cine Colombia Migrante, una iniciativa organizada por víctimas del conflicto armado en Colombia en el exilio. Este festival, que se llevó a cabo de forma presencial en 23 ciudades de 11 países (Buenos Aires, Ciudad de México, Madrid, Nueva York, Berlín, París, Santiago de Chile, Quito, Bogotá…), también contó con conversatorios presenciales y virtuales en los que se debatió sobre cine, conflicto armado, exilio y retorno. El objetivo principal de todo este entramado geográficamente conectado era visibilizar el exilio en Colombia, reflexionarlo, desestigmatizarlo y darlo a conocer allá a donde llegaran las películas. Durante siete días pudimos ver en salas o en la red un total de 29 documentales –cortos y largos- a través de los cuales conocimos la  heterogeneidad del exilio colombiano y las formas que sus protagonistas encuentran para contarlo. Narrativas exiliares registradas por cineastas profesionales y no profesionales que, en la última década, tomaron una cámara para contar vidas atravesadas por la violencia en Colombia y que hoy pueden ser contadas gracias a que, en determinado momento, huyeron del país.

Relatos  con rostros descubiertos o tapados; nuevos y viejos exiliados, primeras y segundas generaciones, describen la diversidad de una experiencia común. Vidas que han podido ser reconstruidas y otras que sobreviven en las fronteras, en la nada, sin protección internacional, en condiciones infrahumanas. Es el caso narrado en el corto documental de Hugo Ramírez Arcos Los invisibles (2013). La película transcurre en el estado venezolano de Táchira, frontera con el Norte de Santander, y recoge relatos de desplazados transnacionales que se vieron obligados a dejar Colombia huyendo del reclutamiento forzado, las amenazas de muerte, la persecución por parte de actores armados y el miedo.

En esta película se explica cómo una parte importante de los solicitantes de refugio colombianos obtienen el reconocimiento por parte del Estado venezolano, sin embargo, el resto se ve obligado a salir del país o a buscar otras alternativas para permanecer en Venezuela.

Fotograma de la película Los Invisibles

Pero las alternativas son vivir en la nada, porque sin ese reconocimiento tienen limitado el acceso al sistema de salud, a una vivienda, a educación o a un trabajo que les permita construir una nueva vida del otro lado de la frontera. Viven del jornal, de lo que consiguen ese día. Un día aquí y otro allá. Colombia no los reconoce como desplazados porque no son personas organizadas ni encajan en el concepto de víctima construido en este país y plasmado en los Acuerdos de Paz de La Habana. Por su parte, Venezuela no considera suficientes las causas por las que abandonaron el país de origen como para otorgarles el estatuto de refugiado.

Fotograma de la película Los Invisibles: “Yo prácticamente vivo del jornal, ya no vivo de más. Hoy estoy aquí y, de pronto, ya mañana voy a trabajar a otra parte, entonces uno no sabe a dónde arranca”

Las dificultades para demostrar las marcas de la violencia hacen que sus relatos sean insuficientes para obtener la credibilidad de quienes los escuchan. Desconocidos como víctimas por ambos Estados y, por lo tanto, no merecedores de la condición de refugiados, estos exiliados quedan en la frontera, en la binacional y en la de la subsistencia. Se convierten en desplazados sin protección y sin refugio. Dejan de enfrentar las realidades del conflicto interno en Colombia para enfrentar otra realidad atroz, la de la pobreza extrema, la de la desprotección absoluta, la marginación, la explotación y otras violencias. Pese a las condiciones y dificultades, son muy pocos los que están dispuestos a regresar a Colombia, lo cual, como se dice en la sinopsis de la película “¿De qué infierno huyen estas personas que prefieren vivir en otro?” ¿De qué tormento escapan  para preferir vivir en la nada? en la invisibilidad, en el inframundo de los desechados, expulsados de todo lugar, del otro lado de lo humano. Es esta, de todas las formas posibles de experimentar el exilio, seguramente la más extrema. Exiliados sin territorio, sin papeles, sin personalidad jurídica, sin derechos, sin visibilidad, sin reconocimiento. A la deriva, en el aire, sin voz y sin rumbo. Con un pasado cargado de muertes, y de muertos.

Fotograma de la película Los Invisibles

Desde que se rodó este documental las cosas han cambiado en Colombia, aunque no para estos desplazados, para ellos nada cambia. En 2015 el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, decretó el cierre de la frontera a raíz de que dos militares venezolanos resultaran heridos en enfrentamientos con contrabandistas. Desde entonces y hasta apenas este pasado mes de septiembre, con la llegada de Gustavo Petro al poder,  esa frontera se ha mantenido prácticamente cerrada. Por otro lado, se firmaron los Acuerdos de Paz en La Habana. Sin embargo, aunque ha habido un cese de hostilidades entre las FARC y el ejército colombiano, la violencia ha sobrevivido a la paz y el exilio no solo continúa siendo una realidad, sino que la lejana posibilidad de retorno se ha desvanecido aún más. Como revelan algunas investigaciones, entre ellas las del mismo Ramírez Arcos (2018) y el informe La Colombia fuera de Colombia de la Comisión de la Verdad (2022), pese a las dificultades de uno y otro lado de la frontera, el desplazamiento de colombianos hacia Venezuela ha sido un goteo constante y el Táchira continúa poblado por errantes perpetuos, para quienes el refugio es una hipótesis imposible, una imposibilidad sin retorno.