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Refugiarse de mí

Carolina Kobelinsky

París, 5 de Julio de 2022

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Metro, línea 12. Llena, pero no compacta estilo sardinas. Nueve y pico de la mañana.

“Baisser les yeux et fixer vos chaussures ne vous mettra pas à l’abri”.

La frase retumba en el vagón adormecido. Quien la pronuncia es un hombre de unos cuarenta y tantos años, vestido de negro, con gorrita de baseball, que había subido en la última estación y pedía dinero para comprarse algo para comer.

“Bajar los ojos y mirar fijamente sus zapatos no le permitirá refugiarse”.

De mí, refugiarse de mí. No hizo falta agregar el final, quedaba bien claro. Sobre todo porque después el hombre continuó:

– Es una verdadera estupidez pensar que mirando hacia otro lado o haciendo como que no me escuchan no voy a existir. Existo y los molesto, lo sé. Lo que no sé si ustedes saben es que haciendo como que no existimos ustedes nos mortifican (…) Entre pobres nos acuchillamos. [Mirando fijo a un hombre de unos cuarenta años, traje sin corbata, el saco en la mano:] Usted, ¿baja los ojos frente a su jefe o lo mira con una sonrisa? No me den dinero, está bien, denme una sonrisa. Mírenme, Escúchenme y sonríanme. No es tanto pedir.

 – No tengo ganas de sonreír. ¿No puedo estar de mal humor [mal luné] porque me duele la panza?

– No cuesta nada sonreír, o al menos no hacer de cuenta que no existo. Es respeto.

– No tengo ganas y no tengo ganas de que alguien que no conozco me dé lecciones de moral.

– No son lecciones de moral, es solicitar respeto. Le puedo decir que no va a llegar muy lejos así.

 – ¿Se hace el psicólogo?

– Fíjese que estudié psicología pero este es un tema sociológico. Le doy un consejo para la vida, sonría. No intente refugiarse mirando sus zapatos, hacer de cuenta que no me ve, hacer de cuenta que no me oye, eso no sirve para nada. No somos tan distintos, sépalo. Y sonría.

[el hombre gira sobre sus talones y apoya la mano derecha sobre la puerta del vagón]

Que tengan todos un buen día.

Miro el teléfono, Gatti me acaba de enviar un mail. Jackpot ViDes.