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Itinerarios parejos (escenas de Sao Paolo, I)

María Martínez

Sao Paulo (Brasil), 25 de Junio de 2023

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Dejo Buenos Aires camino a Sao Paulo por un recorrido similar al que hice cuando llegué, allá por febrero, hacia el aeropuerto internacional. Conozco el recorrido porque ya lo he hecho, y conozco en parte la ciudad y sus paisajes de abandono en estos meses. No me fijo mucho, para ser sincera. Ya en Sao Paulo cojo un Uber para llegar del aeropuerto al hotel, en la ciudad, en su Avenida Paulista. La distancia del aeropuerto a la ciudad en Sao Paulo es similar a la de Buenos Aires (algo más de 30kms, unos 40 minutos de recorrido). Y el paisaje también lo es (ver esta cata para comparar): algunos edificios que parecen abandonados, pero que están habitados, y cuando nos acercamos a la ciudad (a menos de 10kms) se empiezan a ver cuerpos tendidos sobre colchones, también algunos refugios para la noche o de más duración construidos con grandes bolsas de basura instaladas de tal manera que parecen tiendas de campaña. Todo ello en los bordes de la autopista, en esos huecos con algo de hierba que deja la carretera, o a sus costados. En esos pocos kilómetros del final del recorrido (unos 10, diría) debí ver unas 10 escenas de refugios improvisados y cuerpos abandonados.

Tras instalarme en el hotel salgo a pasear un rato. Desciendo la Avenida Paulista por su lado derecho que es dónde está el hotel. Es una zona muy comercial y es un horario en el que los comercios —incluyendo cafés y restaurantes— están aún abiertos. Las aceras son bastante anchas y en casi todas las cuadras, casi constantemente, hay vendedores ambulantes. No son manteros, sino que tienen sus mercancías instaladas en mesas. Parece un comercio informal y, sin embargo, permitido, como los vendedores en torno a las estaciones en Buenos Aires (ver esta otra cata). Muchos venden gorros y calcetines de lana y bufandas; no lo entiendo con la temperatura a la que estamos. Hay algunos puestos de comida y bebida, los menos. En ese lado de la avenida, en las calles que la cruzan hay mucha animación: restaurantes principalmente, incluso algunos “mini” conciertos. La calle está animada y muy concurrida. Llego hasta la altura de un jardín que parece bien cuidado; es de noche y no veo bien, ya volveré. Cruzo la calle porque a esa altura está el Museo de Arte de Sao Paulo (MASP). Está en obras. En espacio que deja debajo el museo (pues está en altura) más vendedores ya recogiendo (son en torno a las 19h) y varios grupos de persona pasando el rato que bien podrían estar allí para pasar un buen rato (la noche). En la calle peatonal que atraviesa la Avenida Paulista por este lado izquierdo, en torno al museo, varias tiendas de campaña, algunas “reales”, otras auto-construidas con plásticos y telas. Dudo si acercarme. No lo hago. Hay un tipo en medio de la escena que parece colocado; al menos está gesticulando y gritando algo que, evidentemente (y no es sólo un problema de idioma), no entiendo. Sigo subiendo la calle por ese lado izquierdo donde encuentro más tiendas de campaña. No saco el móvil para fotografiarlas porque me han advertido tanto de que los roban que no me atrevo. Algunas están en las calles perpendiculares, alguna otra en la misma avenida; allí, visibles, presente, a la vista de todos*.

Un poco más adelante, frente a la entrada de un centro comercial, observo una escena que me cuesta describir. Una mujer mayor, que claramente vive en la calle, está reprendiendo a una pareja. La mujer de la pareja le está tendiendo un helado. No sé si ella les ha pedido un helado y se lo han traído (y la reprimenda es porque se han equivocado de sabor); me es difícil descifrar la situación. Tampoco me da tiempo de descifrarla, me incomoda quedarme mirando y sigo mi camino. Veo que la pareja se queda mientras la señora come el helado. Ya digo, no entiendo. Metros más adelante entro a un Carrefour City a comprar algo de fruta. Justo al entrar una mujer joven, muy joven, me pide algo. No le entiendo bien, pero creo que quiere que le compre algo del super. Me pide que le espere y vuelve con una tableta de chocolate blanco con pepitas de oreo. Le digo que sí, que se lo compro y me dice haciéndome señas que me espera fuera. Al salir le entrego la tableta de chocolate. La recoge, me dice gracias y veo que la guarda en una bolsa de super que está colocada en el carro de un bebé. No veo bebé, sí varios niños/as; el carro es quizás su “armario” como en ocasiones he visto en Buenos Aires. ¡Menos mal que lo he hecho bien y a mí no me reprende como la señora mayor hizo con la pareja!

Al día siguiente, domingo, la Avenida Paulista está cerrada al tráfico para el disfrute de los transeúntes. Desde el hotel veo y oigo el movimiento de la gente que se puede apropiar de un espacio normalmente reservado a los autos —la calzada—. Veo ciclistas, gente en patinete, alguna corriendo, muchos viandantes. Salgo a tomar un café. La calle sigue repleta de vendedores ambulantes, se han multiplicado los conciertos, actuaciones y performances (batucada) a los que el público se une. En lugar de ocupar sólo las aceras, se ocupa toda la calzada. El espacio público apropiado por los ciudadanos durante unas horas a la semana. En los pocos metros que recorro delante de uno de esos edificios de varias alturas que son propios de esta avenida dos cuerpos cubiertos por mantas. Están ahí, visibles, pero ¿son parte de la esfera de aparición como esos ciudadanos que ocupan hoy el espacio público?

Las escenas de este itinerario —desde el recorrido desde aeropuerto hasta las de los dos recorridos cortos en la Avenida Paulista— es similar a las que he visto en Buenos Aires en estos meses. Diría que son de mayor intensidad por concentración y número: en sólo unos kilómetros entre el aeropuerto y la ciudad, y en sólo 10 cuadras de una sola avenida tengo sensación de haber visto casi tantas escenas como en varios meses en Buenos Aires. También esos “refugios” en la ciudad tienen más visos de permanencia —las infraestructuras de “refugios” en Sao Paolo son más permanentes que en Buenos Aires; allí, en Buenos Aires, hay cuerpos tendidos a lo sumo sobre cartones o colchones, aquí hay tiendas “reales” o auto-construidas—. El de Buenos Aires y el de Sao Paolo son itinerarios similares de intensidades diversas.

***

* El domingo caminé algo más tarde de nuevo por la Avenida. Iba acompañada por Cynthia y Carla. Al ser de día —y probablemente por ir acompañada— me atreví a sacar el móvil y saqué fotos en dos de las escenas de “tiendas de campaña” en o cerca de la avenida. La imagen de la izquierda es bajo el MASP en plena Avenida Paulista; la de la derecha está en una calle perpendicular muy cerca de ese mismo museo. La de la izquierda estaba instalada frente a un puesto “ambulante”, ¿quizás sea el refugio de ese vendedor/a?