Home » Viñetas » Una muerte que importa

Una muerte que importa

David Casado-Neira

Tübingen (Alemania), marzo de 2023

Copyright

Me acerco al parque, al lugar en el que un joven gambiano ha sido apuñalado de muerte (ver aquí y aquí).  En medio del parque, se levanta un arbusto en una superficie de hierba en la que es frecuente ver a gente tumbada, haciendo picnic, jugando, o simplemente sentada en los días de calor. Hoy aún hace frío y solamente se ve gente de paso por los caminos asfaltados. En el suelo flores y velas (más de dos docenas), en las ramas del arbusto tres fotos del joven, una guirnalda de luces y dos A4 en fundas de plástico con el mismo texto (en alemán y en inglés). Muestro mi luto, pero el sociólogo no me suelta. Se acerca una mujer con un adolescente (parecen madre e hijo) y prestan un momento de silencio a mi lado. Una mujer habla por teléfono yendo y viniendo. Parece que de alguna manera pertenece a la iniciativa de familia, amigos y asociaciones. Se acerca otra mujer joven (¿una estudiante?) al lugar y se para un momento frente al arbusto también.

Me retiro y doy una vuelta por el parque que ya conozco. En él se dan la mano tres mundos sin mezclarse. Una gran zona de juego infantil habitualmente atestada de familias con cochecitos de bebé, triciclos y bicicletas. Los niños juegan entre si, los adultos andan en sus cosas. Una extensión de grandes árboles y hierba, aquí están los estudiantes con buen tiempo, bebiendo, fumando, jugando, leyendo, durmiendo, comiendo; aquí hay apenas familias. Cruzando un camino hay una zona algo más elevada (sobre un metro), una zona más descuidada, algo más inhóspita, más sucia, con viejos ya tableros de ajedrez callejero. Cada zona delimitada por los caminos que sirven para cruzar del campus viejo al centro histórico de la ciudad.

Vuelvo al lugar ahora despejado para leer las notas colgadas y sacar una foto. La mujer sigue rondando y hablando por teléfono. En la nota se convoca a un acto de duelo esa misma tarde, a las cinco. No se convoca como una reivindicación, es un acto público de luto y así se desarrolla. Unas 400 personas forman un semicírculo alrededor del arbusto. Del otro lado familiares, amigos y responsables de asociaciones toman la palabra. ¿Es ese matrimonio mayor la familia de acogida del joven? Dos policías siguen la acción a unos pasos del micrófono, toman alguna nota, van vestidos de uniforme con chaquetas ostensiblemente llamativas (amarillo neón). B.Boy es recordado como alguien que aún estaba luchando por encontrar su sitio en la vida alemana, sus dificultades con su aprendizaje y posibilidades de futuro, de su hijo pequeño, de sus cotidianidades. Curiosamente nada me suena complaciente, sí honesto y sincero, sin florituras ni conmiseraciones, sin exabruptos ni denuncias. Gente a mi alrededor se busca, se encuentra y abraza (grupos de jóvenes mayormente con poca melanina). Delante de mi dos hombres jóvenes (asumo que gambianos por su ropa, idioma y aspecto) siguen el acto con una cerveza en la mano. Todas las intervenciones reclaman el derecho de B.Boy a poder vivir aquí como un vecino más de la ciudad, cosa ya no posible. El círculo más íntimo se dirige hacia el centro islámico para la oración del imán. Se tarda en dispersarse.